Nummulites en Palma de Mallorca

Nummulites en Palma de Mallorca

En nuestro quehacer diario, nos solicitaron documentar una pequeña colección de Nummulites. Al oír la palabra me vino a la memoria una historia de mi adolescencia.

En la clase de Física y Química, un grupito de “teenagers” inconformistas, intentamos “pillar” al profe (un Sr. de un inmenso bagaje cultural y técnico y excelente profesor) y preguntamos ni me acuerdo qué, impertinentemente, con malas intenciones. La respuesta, “Esto entra en el vasto campo de mis desconocimientos”, nos dejó sin palabras… ¡Muy pipiolos para tan excelente profesor!

En mi caso, la palabra “Nummulites” se hundía en el insondable océano de los míos, de mis desconocimientos. Menos mal que ahora disponemos de San Google, los Dioses nos lo conserven, y me pude documentar.

Directamente de la Wikipedia, https://es.wikipedia.org/wiki/Nummulites, me enteré que se trataba de esqueletos de animales de más de 40 millones de años, muy abundantes en los mares del Paleoceno y el Eoceno, y que suelen aparecer incrustados en rocas calizas del Eoceno, en el Mediterráneo, evolución del mar de Tetis. Luego, ya que estaba, seguí aprendiendo. Al igual que hemos hecho en la Fundación, invito a los curiosos que no estén versados en el tema a documentarse, que para esto están las redes.

Documentándonos, nos enteramos que las columnas del Claustro de San Francisco, en Palma de Mallorca, las que aparecen como foto de portada, se habían tallado de rocas nummulíticas, al igual que sucede con columnas del Claustro de Pedralbes en Barcelona.

Como se aprecia en las fotos, durante algunos millones de años fueron unos organismos muy abundantes, que iban muriendo y dejando sus esqueletos enterrados en el fango. Fango que, con el tiempo, solidificaría en rocas aptas para fabricar columnas.

Anverso y reverso de un Nummulite, algo pulido para que se pueda apreciar que se trataba de una especie de “caracola” (nada que ver con los caracoles) que actuaba a modo de esqueleto de un organismo unicelular. Se intuye que, además de la espiral, el tubo estaba dividido en cavidades. Leyendo, hemos descubierto que, junto con el “bicho”, convivían algas que ayudaban a apotar alimentos.

En estos otros nummulites, también anverso y reverso, quizás se aprecia mejor el tubo en espiral y su reparto en cámaras.

En las columnas ya se aprecia una cierta cantidad de ellos, pero en el material a documentar había un par de piedras espectaculares. Auténticos cementerios de nummulites, desde pocos milímetros hasta un par de centímetros.

Y, por último, un corte de una roca con incrustaciones de Nummulites, pulida.

A decir verdad, la aventura de la Fundación es tremendamente divertida. Cierto que, en los estándares actuales de pragmatismo mercantilista, saber de la existencia de los “Nummulites” pocos beneficios nos aporta, pero estar observando unas columnas y poder saber que las adornan unos organismos que vivieron hace millones de años, y saberlos identificar, a nosotros nos alegra el alma. Supongo que es eso de “la aventura del saber”.

Ya lo hemos comentado más veces, la finalidad de la Fundación es DOCUMENTAR Y COMPARTIR, nosotros solo presumimos de saber hacer fotos, los científicos y los comunicadores sois vosotros. Así como hemos documentado esta pequeña colección de Nummulites, tenemos la capacidad de fotografiar cosas entre uno (1) y ochenta (80) milímetros con un buen nivel de calidad que, con vuestras explicaciones, pueden colaborar a difundir la cultura científica. Estamos abiertos a vuestras peticiones y, si no nos necesitáis, no dudéis en contárselo a otros que, quizás, si que puedan aprovechar nuestros conocimientos y nuestras técnicas.

Justifiquemos nuestra historia

Justifiquemos nuestra historia

En general nuestros artículos, en el blog de la fundación, siempre están dedicados a temas de aplicación práctica y real de nuestro trabajo. Hoy, de repente y por algunas asociaciones de ideas que no vienen al caso, he recordado un trabajo inédito y un escrito de allá el 2006 (ya ha llovido) y me ha parecido MUY PERTINENTE darle publicidad.

El escrito nada tiene que ver con los fines de la Fundación, de hecho, en la época que se sitúa ni sabía que existieran las fundaciones. Pero ayuda a entender algunas cosas, ¿por qué en la Fundación tenemos las ideas que tenemos?, ¿qué es lo que define nuestro estilo de fotografía? Incluso justifica el por qué tenemos la norma de hacer foto científica, respetando todas las normas artísticas que podemos.

Es más, sabemos que fotógrafos jóvenes, en formación, nos siguen. Quizá puedan aprender algo sobre nuestras experiencias o del camino que nos ha traído a nosotros hasta nuestro presente. En su momento empezó como un divertimento sobre “Los Vicios”, al final acabó como “Cuestiones de Salud Pública”.

Historia de uno de nuestros archivos

Historia de uno de nuestros archivos

El último artículo publicado en este blog fue el referente a la equivocación que cometí, hace muchos años, al confundir los estigmas y anteras de Cytinus hypocistis con las semillas de dicha planta (se puede consultar)

Las cosas no suceden porque si, el descubrir el error (y subsanarlo) fue debido, primero a que algo he aprendido con los años, en segundo lugar, que llevo años preparando la edición de un libro, precisamente sobre semillas y uno se vuelve más observador y, en tercer lugar, que, en una excursión a la zona de Muleta, en Sóller, encontramos el otro Cytinus, el C. ruber, que, rápidamente pasó a engrosar los archivos de la Fundación.

Veamos la historia de esta nueva referencia. Nuestro archivo más importante, y en el que llevamos “toda la vida trabajando”, es botánico. Empezamos con flores y terminamos especializados en frutos y semillas. Pero las plantas crecen, libres, en el campo, a veces en el campo de al lado y otras en lo más alto y recóndito de la montaña. Para eso nuestro primer contacto suele provenir de excursiones, paseos o, directamente, de expediciones de herborización.

En el caso de C. ruber, nuestro primer contacto fue en una salida de herborización del Jardí Botànic de Sóller. Un experto y algunos aficionados recorríamos una zona de la Tramontana buscando e identificando plantas, incluso recogiendo las más significativas para montar pliegos de herbario para posteriores trabajos científicos. En el lugar adecuado, debajo de un Cistus, apareció un Cytinus parasitando y que fue identificado como C. ruber.

Como no estaba en el archivo de la Fundación, empecé el protocolo de documentación. En este tipo de salidas en grupo, botánicas o no, con una meta clara de cubrir territorio, de explorar la mayor superficie posible, jamás llevo el equipo fotográfico “potente”. Hay varias razones, pero la más importante es que, aunque sean fotos de campo, hacer un documento para la posteridad, documentar una planta que, quizá, pueda terminar ilustrando un trabajo de investigación importante, implica “montar un estudio in situ”. Si visitáis el blog de la Fundación encontraréis algunos artículos, precisamente, de cómo hacemos el trabajo de campo, por ejemplo “TÉCNICAS EN LA FOTOGRAFÍA DE CAMPO”.

Queda claro que una serie de fotos “como Dios manda” implica parar, extender cámara y muchos accesorios, controlar encuadres e iluminaciones, soportes, reflectores, protecciones al viento, etc. No es descabellado dedicar una hora a una planta y aprovechar para tomar una serie de fotos técnicas, científicas y artísticas que formarán el primer corpus de nuestro archivo. Ya que se ha encontrado un taxón nuevo para la Fundación, lo lógico es sacarle el máximo provecho, pero esto es incompatible con un grupo de botánicos que están haciendo otra cosa. Por eso, en las salidas de grupo, lo máximo es llevar una cámara pequeña, sin accesorios, para tomar alguna instantánea de referencia.

Esto implica que habrá que hacer otra excursión al lugar de la planta, esta vez en solitario (o acompañado de gente dispuesta a parar por tiempo indefinido (a veces otros fotógrafos, porque en la Fundación lo compartimos todo, incluso nuestros “modelos”) provistos del equipo “serio”, dispuestos a dedicar todo el tiempo necesario a inmortalizar la planta hallada.

Pero no acaba aquí, nuestra especialidad son frutos y semillas, que suelen seguir a las épocas de floración. Pero, a efectos de documentar, es importante tener una secuencia de la vida de la planta, en ocasiones puede ser interesante desde la salida del cotiledón, tronco, hojas, textura de la planta, flores, etc. Esto permitirá documentar cualquier trabajo sobre dicha planta y, por descontado, representa hacerle tantas visitas como sea necesario. En el caso de plantas raras, de poca dispersión y encontradas en lugares remotos, significa hacer expediciones remotas y, por tanto, pesadas, a veces desagradables.

Retomando a nuestro C. ruber, por falta de disponibilidad sigue pendiente hacer la documentación de alta definición, en este momento solo tenemos las fotos de campo que se tomaron con una cámara casi compacta, una Panasonic Micro 4/3 de 12 Mpx. Para una publicación en A4, sin grandes reencuadres, es suficiente, pero siempre hay que prever que la foto pudiera ilustrar un cartel de presentación de algún acontecimiento con medidas cercana o superiores al metro… y, en este caso, nuestro archivo es insuficiente para un trabajo de calidad.

Lo que no podíamos dejar pasar era la fructificación, se hizo otro desplazamiento a Muleta (Sóller) para recoger unas muestras de planta completamente desarrollada, con las semillas ya maduras, entre otras cosas porque las semillas (y en particular estas semillas que tienen un tamaño de unos 0,2 mm) no se pueden fotografiar in situ con una cámara compacta, en plan “salir del paso”. Hay que realizar un trabajo de macro extremo, con cámaras especiales, con técnicas que también hemos publicado en nuestro blog (hay varios artículos) y, ya que estamos, usando la cámara más potente que tenemos, una Fuji DFX50 de 50 Mpx.

Así y todo, en el caso de C. ruber, hicimos una primera serie de semillas que resultaron inmaduras. Hubo que volver al sitio pasado un tiempo y volver a recoger muestras mas granadas, con las semillas mas maduras. En el caso concreto de los Cytinus se da el caso de que las semillas crecen en una melaza (por cierto, dulce y con algunas propiedades medicinales) lo que dificulta mucho sacar buenas fotos de ellas, cosa que se soluciona dejando secar la planta durante semanas.

Como habrás ido siguiendo, amigo lector, estos archivos, que puedes consultar en nuestra web, fundacionpepbonetcapella.com y que podemos compartir contigo (siguiendo las normas de la Fundación), son el resultado, a veces, de años de seguimiento, de múltiples desplazamientos, de largas excursiones, a veces repetidas, de días de trabajo físico e intelectual, de muchas horas de ordenador, para apilar, montar, limpiar, retocar luces, etc. Excuso contar que ha habido plantas, como fue la Merendera filifolia, que nos dieron esquinazo durante tres años para unir flores, frutos y semillas. O las veces que hemos encontrado la planta, pero parasitada hasta el extremo de no encontrar semillas, solo gusanos… ¡Nos ha pasado de todo, y más que nos pasará!

En fin, la Fundación, aparte de la seriedad que la caracteriza, también son estas historias del quehacer diario y nuestros archivos, que están sacados de la realidad, implican todas estas situaciones y más. Por tanto, si crees que nuestro trabajo resulta interesante, compártelo, difúndelo, quizá en tu caso concreto solo te sirve de entretenimiento o curiosidad, ¡un placer por nuestra parte! Pero puede haber gente, estudiantes, docentes, investigadores, incluso comerciantes, que puedan aprovechar nuestros archivos para mejorar SUS TRABAJOS, sean de investigación o difusión y, para la Fundación, esta es su razón de ser.

De cómo confundir una flor con una semilla y tardar años en darse cuenta.

De cómo confundir una flor con una semilla y tardar años en darse cuenta.

La Fundación Pep Bonet Capellá nace, como bien se explica en nuestra presentación, de una pasión por la fotografía. El haber elegido, mayormente, la temática de flores, frutos y semillas nunca vino motivado por conocimientos de Biología y de Botánica. Fueron modelos que nos cautivaron (“me cautivaron”) por su estética, las flores, y más tarde por su topología, las semillas.

Para evitar que se nos critique por complejo de inferioridad, sí que presumimos de expertos fotógrafos en el apartado macro e incluso presumimos de buenos técnicos en mecanización, véanse si no los varios artículos de nuestro blog, referentes a construcción y uso de cámaras de fuelle o algunos artículos sobre óptica.

¿A qué viene este preámbulo? Pues a que esta campaña hemos corregido un error que cometimos (“que cometí”) bastante antes de convertir mi archivo en una Fundación.

Este artículo me parece importante, sobre todo, para esta gente joven que comienza, que entiendan que lo importante es aprender cada día y que la modestia y saber asumir (y rectificar) errores es algo que dignifica a la persona. No en vano existen los refranes “equivocarse es de humanos” y “rectificar es de sabios”.

Empecemos, no como excusa sino como historia de una confusión, viendo la fascinación de lo que hacen las plantas con sus semillas para reproducirse y, sobre todo, para dispersarse.

Las semillas son la cosa más rara del mundo, todas tienen formas especiales, para salir volando, para clavarse en la tierra, para almacenar humedad, para que las mordisqueen las hormigas, etc, etc. Si nosotros fuéramos gente preparada en biología, seguro que las mil formas, apéndices, deformaciones, grietas, costillas, darían para un apoteósico artículo, quien sabe si para una investigación formal… Pero bueno, nosotros hacemos fotos y ahí dejamos “eso”, por si algún biólogo “ve tema”.

Evidentemente, ante tal cantidad de presentaciones (y mi falta de rigor científico), esas cosas blancas de las fotos del encabezamiento se me antojaron semillas, ¿qué podían ser si no? A decir verdad eran residuos de unos Cytinus hypocistis recogidos avanzado el verano y totalmente resecos.

Dicen que la ignorancia es muy atrevida, en la foto de la izquierda se aprecian, perfectamente, unos bultos redondeados, hoy se que son ovarios, y coronándolos, negruzcas, las flores femeninas y, en la planta de al lado, la que no tiene engrosamientos, hay una cosa blanca, más definida en la foto de la derecha, estambres de la flor masculina… ¡lo que confundí con semillas!

Todo esto sucedió hace unos veinte años, desde entonces algo he aprendido y ahora, en la campaña de este año,  he actualizado el archivo del Cytinus hypocistis, se han documentado los dos tipos de flores y ya hay fotos de las semillas… Diré, como excusa de mal pagador, que son semillas minúsculas, miden entre 0,1 y 0,2 mm, de hecho casi invisibles a simple vista y están, evidentemente, en el interior del ovario, no coronando la planta.

En fin, lo cierto es que para llegar a estas últimas cuatro fotos hubo que empezar por las primeras y leer mucho. Pero, ¡llegar hemos llegado!

Si el artículo te ha parecido interesante, no dudes en difundirlo, el espíritu de la Fundación está en difundir y compartir las fotos que hacemos y, por qué no, compartir nuestra forma de entender la vida.

¡Nuestro trabajo nos cuesta!

¡Nuestro trabajo nos cuesta!

Nuestro último artículo fue sobre la construcción de la BONET III, en febrero. Desde entonces está operativa, ¡trabajando!

Siguiendo nuestra filosofía de “Documentar y Compartir” recibimos una proposición, documentar gráficamente una colección de arenas de varias partes del mundo.

Si en botánica somos pardillos, en geología más. Pero no se trataba de hacer ciencia, sino fotografía y de eso algo sí sabemos. Empezamos la explotación de la nueva cámara.

Vamos por el 20% del archivo y ya tenemos varias constantes. Los granos de arena, mayormente, son de menos de un milímetro, habiéndolos de solo unas décimas. Esos granos presentan diferentes morfologías, es más, según su localización son de distinta composición, cuarzos, arenas volcánicas, restos de conchas calcáreas, etc. Otra característica importante es que las arenas de medios acuosos, marinos, en ocasiones están habitadas. Aparecen conchas de caracolas casi microscópicas o, mirando con finura, esqueletos de foraminíferos. En las arenas de desiertos no hemos encontrado “habitantes”. Incluso hemos observado que, según su cercanía a grandes corrientes de agua o a ríos de glaciar, contienen más o menos polvo microscópico, más o menos fango. ¡Todo un mundo en miniatura!

La verdad, como nunca se nos había ocurrido pensar en el tema, nos hemos quedado gratamente sorprendidos de este mundo en miniatura que representa la arena de una playa o de un desierto.

La otra sorpresa, esta vez esperada, es el rendimiento del objetivo de Karl Zeiss, el Luminar 25/3.5. Cuando la cámara estuvo operativa, empezamos por una batería de pruebas, de ampliaciones x7, x10, x15, x20 y x25 con distintas aberturas de diafragma. Por abreviar, el resultado fue que los mejores resultados, los más nítidos, siempre se daban con el diafragma abierto en su totalidad, con la consiguiente limitación de profundidad fe campo, entre 50 y 20 micras respectivamente, según ampliación.

El enturbiamiento de la imagen por dispersión de la luz es inexistente entre x7 y x20, a máxima apertura. Al pasar a x25, aunque se abra a f3.5, cuando queremos ampliar la imagen se nota que los bordes se empiezan a difuminar, todo y que, si no se hacen grandes ampliaciones o reencuadres muy fuertes, la imagen sigue siendo perfectamente funcional. También ayuda que el sensor de toma sea el de la Fuji GFX 50, de 50 megapixels en una superficie de 44×33 mm, con una respuesta extraordinaria en cuanto a latitud de exposición. La marca Fuji presume de alcanzar 14 puntos (el ojo humano, que es una maravilla, separa hasta 10 puntos) Nosotros no lo hemos medido, pero constatamos que algo de eso debe haber, ya que nos permite un gran dominio de luces y sombras, simultáneamente.

Las personas que hayan vivido una infancia cerca de un puerto de mar, seguro que habrán intentado pescar cangrejos entre las rocas de la escollera, metiéndose entre las grandes piedras. En mi infancia, con mi padre, íbamos a la escollera del puerto de Palma de Mallorca a pescar morenas y congrios, metidos entre los grandes bloques de piedra.

Como fotógrafos, lo espectacular de estas fotos de arenas, granos de menos de un milímetro, fotografiados por capas de entre 20 y 50 micras, es que hemos conseguido reproducir “el volumen”. Mirando las fotos de unos pocos milímetros, yo al menos, consigo tener la sensación de “poder bajar a los granos del fondo a buscar cangrejos”.

¡Digamos que la BONET III ha sido un buen negocio!

Y ya sabéis, si el tema os ha parecido interesante compartidlo. Estos artículos, más que escribirlos para nuestro ego lo hacemos para dar a conocer los trabajos de la fundacionpepbonetcapella.com y que, si algún investigador o comunicador de temas de ciencia cree que los puede usar, sepa cómo encontrarnos. Incluso que se sepa que nuestra Fundación no es un “almacén de recuerdos” (que sí, que tenemos “almacenado” todo nuestro trabajo), pero somos un taller de producción activo, capaces de colaborar en proyectos ajenos, creando documentación gráfica.

Construcción de la BONET III o cómo reemplazar un microscopio por un macro extremo.

Construcción de la BONET III o cómo reemplazar un microscopio por un macro extremo.

En el último artículo, el de la BONET II, hice la observación de que los aumentos en macro no se corresponden a los de microscopía. Ello es debido a que en macro nos referimos a medidas de la imagen real respecto a la imagen sobre el sensor o a la imagen impresa y en microscopía se refieren al aumento de ángulo con que se observa el original a través de la óptica, “cómo se ve en el ocular”.

Estas dos imágenes están tomadas con la misma cámara y con el mismo sensor, y son de semillas de Dorycnium fulgurans. La primera, la que tiene 5 semillas, está tomada con el fuelle de la BONET II a unos aumentos x1, sobre un sensor de 17×13 mm. Como sabemos que la imagen formada sobre el sensor es x1, tomando medidas sobre la imagen y con un simple cálculo se deduce que estas semillas miden alrededor de 1,84 mm.

La segunda foto, la de la semilla en su vaina, está realizada a través de un microscopio a x40 aumentos, mismo sensor de 17×13 mm. Es evidente que, siendo una semilla de otro Dorycnium fulgurans, o sea, de medidas similares, no se ve 40 veces más grande que la otra. Si comparamos medidas vemos que la imagen resulta alrededor del doble de las semillas de la otra foto.

Durante un par de años hemos flirteado con el microscopio y, fieles a nuestro compromiso con la imagen, hicimos todo lo posible para aportar medidas reales para las posibles publicaciones. En su momento fue la mejor solución que tuvimos a mano para poder presentar semillas francamente pequeñas.

Pero, como la suerte nos sonríe, nos salió la oportunidad de comprar un objetivo Zeiss Luminar 25 mm/f3.5 a buen precio. Este es un objetivo clásico, a veces presentado como objetivo de microscopio aunque no sea exacto, que se diseñó expresamente para dedicarlo a macrofotografía. 

A lo largo de mis artículos he explicado que uno de los problemas del fotógrafo de macro es la difracción de la luz. Con objetivos normales de campo, los que usa la mayoría de fotógrafos, cuando usamos fuelle o anillos de extensión, rápidamente la imagen se “emborrona” y pierde definición por culpa de la difracción de la luz. En las ópticas que usan los microscopios, que son objetivos parecidos a los de cámara, se adoptan diseños que minimicen este problema, como observar los objetos con ángulos muy abiertos. Como consecuencia los objetos a mirar suelen estar prácticamente “rozando” el cristal del objetivo. Esto, a mí, me daba grandes problemas para hacerle una iluminación de estudio a una semilla colocada escasamente a 2-3 mm del objetivo, pero me tenía que aguantar (a x400 la distancia es 0.7 mm)

Los objetivos Luminar están diseñados en la línea de los objetivos de microscopio, pero para cámara. Era habitual que fueran montados en cámaras de formato grande y, nuestro Luminar, se publicitaba como mejor rendimiento entre x6 y x 25. Teniendo en cuenta que el objeto a fotografiar se coloca a 15/20 mm del objetivo resulta bastante cómodo para iluminar.

Con este pequeño preámbulo, vayamos al diseño. Recordemos que en la Fundación ya tenemos la BONET I que da magníficos resultados desde x0.5 hasta x5. Haciendo caso a la publicidad, construiremos una cámara a la medida del objetivo Luminar 25/3.5 que trabaje entre x5 y x25, con lo que pasaríamos a tener un amplio rango de macro… que con las técnicas digitales al uso y las técnicas de apilado pueden ampliar considerablemente nuestro archivo. Lo primero un poco de óptica.

La construcción de una imagen por parte del objetivo es física pura. Si el objeto está en el infinito, la imagen se formará “exactamente” a la distancia focal de la óptica que sea. Recordemos que por ser nuestros ojos imperfectos, creemos ver imágenes que están un poco antes y un poco después de F, por aquello de los círculos de confusión, lo que llamamos profundidad de campo, pero el objetivo es perfectamente matemático, “enfoca en F”.

Si a la distancia exacta de 2F observamos una imagen, podemos asegurar que tendrá, “exactamente”, la misma medida que el original. En el punto 3F será x2, en 4F será x3 y así, sucesivamente. La imagen se amplía (n-1) veces F, conforme vamos estirando el fuelle o vamos colocando tubos de extensión. Esto es teóricamente infinito, si no fuera que, a partir de una cierta ampliación, la difracción de la luz es tan notoria que la imagen se vuelve inútil. Como nota al margen y para lectores que usen objetivos “comerciales” de cámara, ya dijimos, en un artículo sobre macro extremo, que el mejor rendimiento “profundidad de campo-refracción” suele estar en el diafragma del centro del objetivo. Si hacemos macro, con fuelle o anillos de extensión la norma es que “ampliación x diafragma usado” no sobrepase este número, o sea, que si el diafragma de en medio es 8, por ejemplo, haciendo un macro x2 no conviene cerrar más de F4, dicho de otra manera, ¡nos quedamos sin profundidad de campo! Cierro nota.

En el caso de objetivos compuestos, la totalidad de los que usamos, con varias lentes, es muy raro saber dónde empezar a medir, aunque si sabemos la distancia focal. Entonces el x1 habrá que buscarlo por tanteo.

Para nuestro proyecto de cámara, como nuestro objetivo es de 25 mm de distancia focal, para llegar a x25 está claro que deberemos tener una posibilidad real de estirar el fuelle hasta (F+1)x25= 26×25=650 mm, teniendo en cuenta soportes de objetivo y cámara, quizá se podrían ahorrar unos milímetros, pero no vamos a discutir por unos cm de barra, máxime que tenemos barra de más.

Nota: Los otros artículos sobre este tema han sido un tanto periodísticos, meramente de presentación. Había dos razones importantes, una que solo pretendían situar al lector y la otra que en las otras cámaras yo trabajaba en taller de construcción, mecanizando mis soluciones y eso no es asequible para el no profesional sin maquinaria. Di poca información de las técnicas usadas porque presupongo que la casi totalidad de mis lectores no se van a poner a construir máquinas para macrofotografía y que el número de fotógrafos locos y mecánicos de oficio, simultáneamente,  puede ser nulo.

Ahora, en la construcción de la BONET III, jubilado y sin taller, por muy amplio que sea mi oficio me encuentro como casi todos mis lectores, obligado a resolver problemas mecánicos adaptando materiales de “gran superficie”, de ferretería o recurriendo a encargos puntuales a profesionales. Entonces aquí sí que me extenderé en las soluciones, más que nada por si algún lector está interesado en entrar en este campo, que vea que se pueden “chapucear” soluciones viables con bastante inventiva y con horas de trabajo artesano. Por descontado que este blog tiene “mi contacto” a vuestra disposición.

Volviendo al tema, a los 650 mm obligados, le añadiremos otros 150 mm para mesa y sistemas de enfoque, para soportes, focos de iluminación, etc. lo que nos da una columna de 800 mm

La experiencia me dice que con columnas tan altas y aumentos tan duros, cualquier vibración molesta de sobremanera. Por otro lado, en esto de no poder mecanizar y recordando aquellos perfiles de aluminio comprados a metros para la BONET I, la solución sería buscar un perfil con buenas ranuras longitudinales y que tenga una buena rigidez. En la BONET I, hasta x5,  ¡el perfil de 40×40 mm vibra al enfocar! 

También es cierto que, al haber usado la columna de una ampliadora como soporte y enfoque de la cámara propiamente dicha, en la BONET I añadí un voladizo importante que no ayuda en absoluto. De todas formas no quedaba más remedio puesto que la distancia del objeto al objetivo, con un 135 mm/5.6, varía entre unos 36 cm para x0.5 y unos 10 cm para un x5, lo mismo que si un objetivo saliera unos 26 cm al enfocar… y la BONET I es cualquier cosa menos ligera. Es más bien un armatoste que necesita un buen apoyo, de hecho, con menos columna ya era incomodísima como cámara de campo y por eso terminé construyendo la BONET II.

Aquí, en esta nueva cámara, pretendemos ir desde x5 a x25, está claro que habrá que aumentar la estabilidad. Además, como usaremos un objetivo de 25 mm/3.5 diseñado al estilo de objetivo de microscopio, la distancia objeto-objetivo varía entre unos 18 mm para x5 y unos 14 mm para x25, el sistema de enfoque será independiente de la columna.

Buscando en internet, encontré un perfil de 80×80 mm, con doble ranura que me permitirá, incluso, mantener un paralelismo entre montantes. Recordemos que ya no recurrimos a las técnicas de Scheimpflug, en esta cámara nos olvidamos de descentramientos, ahora mejoramos la profundidad de campo con el apilado.  

Visto así, en la foto, ya parece sólido. En la realidad me sorprendió, ¡es exactamente para lo que está diseñado!, una columna para montar separaciones en oficinas, ¡dudo mucho que vibre! Esos cuatro agujeros interiores, separados 40 mm, son de 6,8 mm de diámetro, la medida exacta para roscarlos a rosca M8/125, cosa que se ve en la foto, y que me servirán para sujetar la columna a la mesa de trabajo. Como me vendieron una barra de 2 metros, no me quedó más remedio que pasar por un taller mecánico y pagar el corte, el roscado lo hice yo en casa, ¡columna solucionada!

Ahora toca solucionar los montantes de la cámara. Las anteriores veces los fabriqué a medida de mis necesidades, pero ahora tengo las manos atadas, no tengo taller a mi disposición.

En su momento tuve una muy buena ampliadora con cabezal de color, para formato medio hasta 6×7 cm, una LPL 7700… la mesa y columna son el soporte de la BONET I.

Terminé de desguazar el cabezal de color para aprovechar los montantes de película y objetivo, solamente las dos placas sin guías ni arrastre de enfoque ni fuelle (el fuelle alargaba escasos 15 cm y yo necesito, al menos, 650 mm), los montantes desnudos. Con un par de taladros separados 40 mm, resultan fácilmente adaptables a la columna. Como parte del cabezal de la ampliadora, los montantes no son iguales, el montante del objetivo es menor porque tenía el suplemento del enfoque y las guías de unión al montante de la película. Yo resolví la diferencia con un par de cilindros roscados de aluminio que, evidentemente, tuve que encargar a un tornero (y pagar).

En este caso, mi única intervención, aparte de desmontar “todo” el cabezal de la ampliadora para separar los dos montantes, fue hacer los agujeros separados 40 mm, con un berbiquí de mano, ¡a pulso!, y conseguir que no se desviaran demasiado. Usé la técnica de empezar con la broca más pequeña posible ¡sin permitir que el taladro pasase para mantener el centro! Y seguí repasando el mismo taladro con brocas 1 mm mayores cada vez, muy lentamente y controlando todo lo posible. Hechos los taladros, fue necesario un mínimo retoque de lima de unas pocas décimas. Tontamente hablando, ya tengo apoyo para la cámara y para el objetivo.

En la foto del objetivo se le ve roscado a una pieza negra, es el soporte para objetivos de ampliadora que se acopla perfectamente al montante pequeño. Si observáis la foto de los dos separadores de aluminio, se ve que el montante pequeño tiene una zona circular rectificada, se ve una uña y hay un tornillo en el lateral. El soporte del objetivo se acopla y se sujeta perfectamente en este plano rectificado… La única cosa que tuve que hacer fue encargar al tornero un adaptador de rosca, de diámetro 39 mm a diámetro 19,5 mm que tiene el objetivo Luminar y ¡problema resuelto!

Entonces las actuaciones a la columna han sido sencillas, prácticamente se resolvieron comprando unas tuercas-guía propias del perfil de aluminio y unos tornillos, aparte de unas pequeñas actuaciones de un taller de mecanizado.

El soporte del objetivo estará fijo en la columna, el enfoque, al igual que se suele hacer en los microscopios, se realizará subiendo y bajando el objeto a fotografiar con una mesa de movimiento micrométrico, que compré hecha por internet. 

Como se aprecia en la foto, a la placa que soporta el objetivo, en los dos agujeros separados 40 mm y que quedan centrados con las ranuras del perfil he atornillado los dos separadores que me hizo el tornero y he roscado estas piezas de dos agujeros que se deslizan perfectamente por las ranuras de la columna (de hecho están fabricadas expresamente para el caso) Cuando el objetivo esté donde me interese, apretaré los dos separadores como tuercas, lo reforzaré con los dos tornillos para que quede fijo y apretaré la placa al otro extremo de los separadores, de tal manera que el centro del objetivo coincida con el centro del sensor en el otro soporte… ¡y trabajo terminado!

Para el soporte de la cámara hay una ligera complicación, este “sí” deberá moverse, ya que será el montante que fijará la ampliación, el que estirará más o menos el fuelle. Para eso también recurrí a un par de tuercas estándar, las de modelo largo porque esos dos tornillos que se ven serán los que emplearé para controlar la ampliación y quería tener comodidad de manejo. 

Todo mi trabajo, aparte de los dos taladros obligados donde sujetar el montante a las tuercas, consistió en cortar unos suplementos que se aprecian bien en la foto de la derecha, para evitar que el montante rozara la columna. Si se observan los accesorios-tuerca se ve perfectamente que tienen un reborde. Este reborde desliza perfectamente por los cantos de las guías de la columna, por lo que el montante sube y baja con mucha suavidad y perfectamente horizontal. En cuanto esté instalado el fuelle, resultará cómodo ajustar la ampliación, que estará convenientemente marcada en la columna.

Para la sujeción de la cámara, la Fuji GFX50, cuando la compré tuve una previsión que me ha resuelto el problema. Cuando compré esta cámara ya lo hice pensando en acoplarla a la BONET I y a la BONET II, tanto es así que compré solamente el cuerpo de la cámara, sin objetivos, resultaba más económico que comprar un respaldo digital. En realidad compré la Fuji GFX50 para “eliminar para siempre” el uso de película química pero mantener una máxima mía de hace muchos años que es que todas mis fotos sean reproducibles con calidad hasta UN METRO. La película hace bastantes años que la abandoné, pero tuve que resolver un compromiso y lo hice con una cámara Micro 4/3 y no me sentí bien… ¡quedaba pobre!

La previsión es que en la tienda donde compré la cámara impuse que también me consiguieran del servicio técnico TRES bayonetas de objetivo, atornillables donde me diera la gana. Dos de ellas ya estaban “colocadas”, en los dos fuelles que ya tenía en uso, la tercera será el soporte de la BONET III.

El trabajo habrá resultado bastante fácil, cuando compré la Fuji, encargué al tornero un tubo de aluminio donde rosqué una de las bayonetas para hacer unas pruebas, el tubo que aparece en la foto. El tubo era más largo y tenía agujeros mecanizados.

Para este nuevo proyecto volví al tornero para que aprovechara el trozo de tubo que quedaba virgen, busqué una placa que tuviera unas medidas similares al montante móvil, taladré el agujero necesario y pegué el soporte de la bayoneta a la placa con Araldit.

Esta placa se atornillará al montante, aprovechando los tornillos que se emplean para sujetar en fuelle, de los que se ven unos agujeros en el montante. Todo el trabajo consistirá en taladrar la placa negra.

En cuanto a mecánica ya está resuelta la cámara, lo único que falta es resolver el enfoque… ¡y el fuelle!

En otros artículos he explicado el nuevo sistema digital de obtener más profundidad de campo, el apilado. Consiste en tomar varias fotos a distintos planos y, con el programa adecuado, seleccionar las zonas enfocadas de cada plano y montar “el puzle” en una foto única que abarque la totalidad del grueso del objeto. La verdad es que esta técnica resulta espectacular, en cuanto a la definición que aporta a la imagen…  y lenta y trabajosa porque hay que corregir los errores del programa de apilado.

El problema es la precisión. En la BONET I, con el objetivo 135/5.6, cuando se amplía al máximo de x5, la profundidad de campo se limita a escasos 0.5 mm. En microscopio la cosa se reducía a 0.033 mm en el caso de x40, a 0.015 mm en el caso de x100 y a 0.005 mm si ampliábamos a x200. Con este objetivo, hasta que lo pongamos en funcionamiento y hagamos las pruebas pertinentes, no sabemos cuál será su mejor rendimiento pero no hay duda que se medirá en milésimas de milímetro.

En su momento hicimos una prueba y pudimos medir que entre aumento mínimo, x5, y aumento máximo, x25, sería necesario un recorrido del punto de enfoque de unos 5 mm. A esto habrá que añadirle el grueso del objeto que, tratándose de objetos nivel macro, siempre será pequeño, supongamos que, como máximo, pueda ser un “garbanzo” de 10 mm.

Hubiera resultado ideal encontrar una mesa micrométrica que se desplazara 15 o más milímetros, solo encontramos a buen precio la de la foto que tiene un recorrido de 13 mm, con un dial con una precisión de 0,005 mm… ¡procuraremos adaptarnos!

Cuando la cámara esté acabada y operativa, ya he apuntado que el objetivo quedará fijo en la columna y que el enfoque se hará subiendo y bajando el objeto a fotografiar. El objetivo se deberá ajustar al punto más alto de la mesa (para evitar errores, la mesa la subiremos 12 mm y este será el recorrido del que podremos disponer) Entonces, este ajuste se hará con un suplemento a la mesa de, por ejemplo, 5 mm y esto nos dará un recorrido real de unos 17 mm, donde se ubicarán los objetos a fotografiar y que podrán ser ajustados capa a capa con la precisión señalada de hasta 0.005 mm. Esperamos que resulte cómodo.

¡Solo queda resolver el fuelle! Este ha sido el talón de Aquiles de este proyecto, ¡el fuelle!

Teniendo en cuenta nuestra falta de experiencia en construcción de fuelles, lo primero ha sido fabricar un molde como ayuda y referencia.

¡Primeros problemas! El molde se fabrica con 9 barras cuadradas que forman un cuadrado de 3×3 secciones, fáciles de desmoldar al estar acabado. Al tener que recurrir a prefabricados de gran almacén, las medidas son las que son. O cogía barra de 30×30 mm y no llegaba o la cogía de 35×35 y me pasaba (el fuelle debía ser de 95 mm entre aristas) Elegí 30×30, que en realidad era 29x 29 mm, monté el taco de 3×3 secciones y dibujé las aristas y cortes en las cuatro caras del bloque, como se ve en la foto, marcando las zonas de madera que debían desaparecer. Este trabajo es básico, porque lo de fabricar crestas y ranuras lo tenía que encargar a un profesional (yo no dispongo de maquinaria) y la experiencia aconseja hacer el encargo con TODOS los problemas operativos resueltos, procurar no dejar ningún detalle constructivo al azar. Un carpintero aceptó el encargo, y lo hizo correctamente, pero lijó los cantos para un mejor acabado y, teniendo en cuenta que ya me había quedado corto, ¡con la lija rebajó 1 mm extra! Menos mal que ya estaba previsto “ensanchar” el molde.

En las fotos se aprecia el suplemento de cartón pegado a la madera y la separación obtenida entre barras. De los 86 mm a los que había quedado el molde después de mecanizado y lijado, se lo hizo crecer a 94 mm

Acto seguido, con una barra de cantonera, comprada en una ferretería, se hicieron unos utillajes, trocitos sueltos y una serie pegados a una tabla, que nos ayudaran a mantener las telas sujetas y perfectamente ajustadas a cada una de las ranuras, ¡a pesar de tanta previsión, os puedo jurar que faltaron manos!

Y con esta preparación, empezamos el primer fuelle, que terminó en fracaso. Un fuelle es, básicamente, una tela opaca, plegable como una tela, con refuerzos en las caras de cada cresta para que mantenga una cierta rigidez mientras se estira o se pliega, ¡esta es la teoría!

Empezamos por dar dos capas de pintura en spray, negro mate, a una tela negra para opacarla ¡y no quedó totalmente sellada! Ajustamos esta primera tela al molde, pegada con cola de contacto y la reforzamos con cartulinas en cada una de las caras de cada pliegue. Luego, como la opacidad era dudosa, cubrimos con una segunda tela, también opacada con otras dos capas de negro mate y perfectamente pegada a cada cartulina de refuerzo, para que mantuviera la rigidez del fuelle. Cuando quitamos el molde, después de un montón de horas de trabajo, de ir a comprar telas y botes de pintura y de algún que otro cabreo, ¡sacamos un molde perfectamente opaco y rígido como la mojama! Además, con tanto grueso de tela, tanta pintura y tanta cartulina, aunque nos sentáramos encima solo se comprimía hasta 18 cm, vamos, que no tenía ninguna utilidad para el proyecto ¡Esto pasa por no saber del tema!

Hubo que volver a empezar desde cero. Cambiamos de técnica, para la tela interior, negra para evitar reflejos, elegimos una tela fina de punto, más rugosa y más flexible que en el primer intento. En la trama se veía al trasluz, entonces se opacó con papel de seda negro, pegado con pegamento permanente del que se usa en artes gráficas, en spray. Esto nos dio una primera capa, bien ajustada al molde con la ayuda de los utillajes de madera que hemos visto antes.

Para dar rigidez al fuelle seguimos recurriendo a la cartulina pegada con cola de contacto, pero reforzando una sola cara de cada cresta. Las 23 cartulinas que dejamos de poner representan comprimir el fuelle 1 cm más, además dejamos más libertad de movimiento a las telas. En las fotos se aprecia la gran ayuda que representan unos trocitos de cantonera de madera y un peso de plomo, usados como utillajes.

En la tercera foto se aprecia el forro con papel de seda negro. En realidad se trata de una segunda capa porque este papel es tan fino y delicado que, manipulando, se hicieron desgarrones en la primera capa.

Se puede decir que el fuelle está listo, pero con un acabado basto y con infinitas manchas de pegamento, que si se apretaran los pliegues podrían pegarse e inutilizar el fuelle. Por eso se le aplica un forro de una tela de raso y ya podemos desmoldar.

En la primera foto una vista de la capa interna, donde se aprecia la tela, en los cantos destaca el forro de papel de seda y se ven claramente los refuerzos para mantener una cierta rigidez. En la otra foto ya tenemos el fuelle acabado, forrado con la tela de raso y desmontado el molde. A decir verdad, se ha resuelto el problema del fuelle, pero ha sido complicado, difícil y ha quedado con un acabado “poco profesional”, no descarto algún día confeccionar otro fuelle y, si sale más agraciado, sustituirlo.

A partir de aquí entramos en la última fase del proyecto, armar la cámara. Llevamos un par de meses reuniendo materiales, mecanizando piezas y encargando mecanizados al taller de torno.

La primera actuación es unir el soporte de cámara y el soporte de objetivo con el fuelle. El sistema va a ser sencillo, usando el mismo sistema de tornillería que se usaba en la ampliadora, atornillar ambos lados. En el fuelle de la ampliadora había unas placas que reforzaban la unión, pero que ahora no caben en la ranura, toda vez que el nuevo fuelle es más grueso, se resuelve por el sistema de encolar el fuelle a la placa soporte y reforzamos con los mismos tornillos, sin placas de refuerzo. A decir verdad, ¡un poco chapuza, pero queda perfectamente sujeto!

Y, Señores, ¡ese ha sido el proceso! Ha habido un trabajo, que se puede observar en las fotos de portada, consistente en, sentado y con una paciencia infinita, ir marcando los tirajes para obtener ampliaciones fijas.

La primera medición, obtener la ampliación mínima que nos permite la compresión del fuelle. A pesar de haber escatimado todo lo posible en espesores, el fuelle completamente comprimido abulta 8 cm. Si añadimos soporte de objetivo, soporte de cámara, gruesos de placas y posición del sensor el aumento mínimo se quedó en x6.6. Como en la BONET I llegamos a x5, para jugar con números exactos hemos empezado por estirar el fuelle hasta conseguir una ampliación exacta de x7.

Este ha sido nuestro punto de partida, mínimo aumento x7. Hemos marcado esta referencia y medido con precisión la separación entre placas. Ahora ya sabemos que si separamos las placas otros +75 mm (recordemos que cada alargamiento de una distancia focal, en este caso 25 mm, aumenta X1 más) pasamos a x10. Subimos otros +125 mm y tenemos x15. Otros +125 mm y tenemos x20. Y, con los últimos +125 mm, x25.

En cada una de estas posiciones, marcada con precisión, hemos tomado una foto a una reglilla y medido en pantalla el campo abarcado. Nos ha dado que las ampliaciones son exactas en un 0,3%. Hechas todas estas mediciones, sujetar firmemente el montante del objetivo, a una distancia de la mesa micrométrica que nos permita aprovechar todo su recorrido  y colocar y marcar el montante de la cámara para poder elegir las ampliaciones que nos puedan interesar.

Y esta es la primera muestra que se ha realizado, una toma de arena de la playa de Ciudad Jardín, en Palma de Mallorca, a una ampliación x10, realizando 15 tomas separadas 40 micras, a máxima abertura del objetivo. Se observa un campo de 4,4 x 3,3 mm y una profundidad de campo de 15×0.04 = 0,6 mm

Ahora queda hacer una serie de fotos en distintas ampliaciones y aberturas de diafragma, para establecer los mejores rendimientos del objetivo, pero se puede decir que esta foto de arena inaugura un nuevo proyecto de la Fundación Pep Bonet Capellá en el mundo macro fotográfico de la Geología, una documentación de arenas de 93 playas del mundo.

Como fundador de la Fundación Pep Bonet Capellá me siento orgulloso de que “este” vaya a ser el primer artículo que se publicará con la Fundación constituida, refleja el espíritu de la misma, aquel lema de “DOCUMENTAR Y COMPARTIR”.