Quizá la única cosa buena de cumplir años es que te da tiempo para hacer muchísimas cosas… ¡Incluso las que antes no sabías hacer!

Para los que no tengáis lectura a mano, podéis entrar en mi blog personal o en el blog de la Fundación y podréis leer una pequeña muestra de estas cosas que voy haciendo. En realidad, comentan mis mayores, se ve que nací con el culo inquieto. Siendo criaturita ya me apodaban “en Pep terrible” (Pepe el terrible para no catalanoparlantes) ¡porque no paraba!

Antes de la pubertad ya decidí que sería electrónico y a los 18 ya me emocionaba sacar fotos (sin tener ni idea de cómo montar una imagen). Aun recuerdo el ridículo, al comprar mi primera cámara, cuando pregunté al vendedor si era una cámara adecuada para sacar fotos “en color y en blanco y negro”. El vendedor, educado él, se sonrió y yo, actualmente he llegado a trabajar como profe de fotografía… Habrá que reconocerme, al menos, capacidad de superación. En pocos años ya hacía cosas como este mosaico que decora mí casa.

Quizá uno de mis muchos puntos de inflexión haya sido, allá por los 80/90, después de no se cuantos “talleres” de fotografía de barrio, después de haber hecho fotografía submarina, después de haber probado la fotografía astronómica, de haber hecho algún retrato, de haber aprendido a revelar, en B/N y color, de haber colgado alguna foto en exposiciones colectivas, en fin, después de unos años de afición fotográfica sin orden ni concierto, de repente “me quedé sin inspiración”… estaba harto de hacer siempre las mismas fotos, pero sin saber por qué las hacía. ¡Este fue el momento en que hice mis primeras florecillas! Fue cuando me metí en foto botánica “para probar” y, casi 40 años después, sigo con el tema… bueno, con este y otro montón de temas, ¿recordáis lo de culo inquieto?

La botánica, sin quererlo, trastocó mi arte y mi comportamiento. Mientras hice fotos al tun-tun fotografiaba lo que conocía, pero al meterme en florecillas me sentí perdido y no me quedó otra que leer. Para las flores hay que leer botánica. Y cuanto más leía, más cosas descubría y más cuenta me daba de mis desconocimientos. Y tuve que aprender a identificar lo que fotografiaba, ya eran demasiadas flores “rojas” o “amarillas”. Empezó a ser importante saber distinguir entre una Asterácea o una Malvácea. De aquella época es mi primera exposición en solitario, “Flors d’Arran de Camí”, donde, de alguna manera se gestó este libro que ahora presento, “DIÀSPORES. Fruits i llavors de la Flora balear, DISPERSIÓ”.

En esta exposición apareció en escena Pep Lluís Gradaille, le conocía, poco, por ser el director del Jardí Botànic de Sóller y le invité. Por presumir, aproveché para mostrarle mis primeras fotos de semillas, recuerdo que le mostré algunas fotos de este estilo

Quedó “epaté”, sobre todo porque él estaba acostumbrado a la típica foto de un puñado de semillas sobre una cartulina blanca, al más puro estilo de libro científico, y este proceso, con composición, con fondos, controlando luces y sombras, vamos, tratando a la semilla como una vedette, dijo que nunca lo había visto.

Aquel día no planteamos nuestro libro de hoy, pero lo que, si se estableció casi “para siempre”, fue enfocar mi trabajo fotográfico a frutos y semillas. No había dudas de que era un campo inmenso y, desde mi prisma, inédito. A partir de entonces tuvimos mucho contacto, pasé a ser “amigo del Jardín”, a disfrutar de una cierta autonomía para perseguir flores, frutos y semillas y, muy importante, a poder incordiar pidiendo que ellos, expertos, identificaran las plantas que yo fotografiaba.

Lo que si se planteó, a raíz de la exposición, fue una propuesta totalmente fantástica de hacer un trabajo con fotos “de la dispersión de las semillas”. Hacer fotos de los frutos que explotan y dispersan las semillas como perdigones, o de aquellas Asteráceas que lanzan sus semillas a volar, atadas a un plumero, o de las ovejas cuando se rebozan de semillas ganchudas… Vamos ¡una fantasía! Estamos hablando de un nivel de fotografía que ronda lo imposible, al menos para mis medios.

Pasaron años y yo amplié mi archivo de botánica, que ahora se puede consultar en la web de la Fundación (fundacionpepbonetcapella.com). Hace ya unos cinco años retomamos el tema de editar, esta vez con los pies en el suelo, con una potentísima información por compartir, algo más sabios por la edad… Y, además, supimos resolver aquel problema de “fotografiar la dispersión”: recurrimos a un dibujante, Marcelo Pinto, que nos ha permitido documentar muy gráficamente los distintos métodos que usan las plantas para dispersarse e ir ganando nuevas tierras para su expansión y “dominio del planeta” (no se vivir sin mi nota distópica, jajaja) En “DIÀSPORES” hay un interesante capítulo sobre el tema, a partir de la página 27, con dibujos tan expresivos como estos.

J. L. Gradaille y yo unimos fuerzas. Él sabe mucha más botánica que yo y se encargó de la documentación científica, yo me dediqué a lo mío, la documentación gráfica y, cuando no llegábamos, buscamos gente sabia que evitara que dijéramos algún disparate, la Dra. Ana Traveset y el Dr. Costas Thanos se prestaron a revisarnos y corregirnos, cosa que agradecemos.

Dado nuestro carácter independiente, tanto Pep Lluís como yo, el libro lo editamos nosotros, nosotros maquetamos y recortamos cada una de las fotos. No es por criticar a los maquetadores, que son profesionales indiscutiblemente. Es que el libro es botánico y básicamente visual, en realidad el libro se basa en las imágenes de frutos y semillas, siempre acompañados de una visión de la planta en crecimiento y, a veces, una toma de su hábitat, todo ello acompañado de una breve descripción botánica que señale que caracteres hemos querido mostrar. Mostrar o no el limbo de una hoja o los pelos de un tallo o unas decoloraciones en un fruto es imprescindible para la finalidad del libro: la dispersión de las semillas. Pasarle todo el material y el encargo a un maquetador no botánico era llamar al desastre y, una vez metidos en el lío, cogimos el toro por los cuernos y lo bocetamos todo nosotros, cortando fotos, midiendo textos y ordenando espacios en las páginas.

Ya estamos que soy padre de la criatura, en absoluto objetivo, ¡pero nos ha salido una preciosidad de libro!

Como que, tanto Pep Lluís como yo, somo unos soñadores no demasiado prácticos, poco dados a los negocios, nos pareció perfecto que la comercialización la hiciera la Fundació Jardí Botànic de Sóller – Museu Balear de Ciències Naturals, localizables en www.jardibotanicdesoller.org, con teléfono +34971634014. Nos lo planteamos como una buena causa, como una colaboración con el Jardín.

En fin, a grandes rasgos, esta ha sido la historia de un libro que, egos aparte, me encantaría que fuera de utilidad para botánicos, que, aparte de estética, sirviera para mejorar o afianzar el conocimiento de la gente. Este libro no deja de cumplir con la divisa de la Fundación Pep Bonet, DOCUMENTAR Y COMPARTIR.

No dudes en dar difusión a este artículo para beneficio de todos los interesados en la botánica, algún conocimiento sacarán de él.