Ya hace años, el trío de compositores, Quintero, León y Quiroga, que lo firmaban “todo”, firmaron el pasodoble que cantaba una folklorica famosa y que decía:

«¿Qué tiene la Zarzamora,
Que a todas horas, llora que llora
Por los rincones?»

La foto de cabecera muestra una viña de Consell, con la Sierra de Tramuntana mallorquina nevada, hace años, y con las cepas sin podar. Destaca el lío de sarmientos ya resecos, en pleno invierno… ¡ La nieve del fondo no engaña!

El viticultor cuidadoso podará todos estos sarmientos, como vemos en la segunda foto, cuando la vid haya bajado a sus raices todas sus reservas y se aletargue,  entrando en hibernación, lo que dará a la viña un aspecto limpio y ordenado.

Podemos describir la fenología de la vid, precisamente, empezando por el invierno, con la tierra helada y un frío glacial en el aire, las cepas con apariencia de troncos muertos, resecos, atados a espalderas que las sostendrán y facilitarán todo el proceso de producción.

Cuando empieza a apuntar la primavera las cepas despiertan y empiezan a bombear savia, empieza otro ciclo vital que, si hay suerte, acabará con una añada de buen vino.

Recordemos que habíamos podado los sarmientos, para mejorar la producción. Entonces tenemos unos pitones o “pulgares” con yemas que daran lugar a nuevos crecimientos, que en realidad son secciones límpias, cortes de la planta, heridas. El revivir de las vides impulsa savia para empezar a formar hojas, para reverdecer. Pero esta savia, al llegar a los pulgares encuentra “la puerta abierta” y se derrama… LAS VIDES EMPIEZAN A LLORAR. Como la Zarzamora, llora que llora por los rincones. Pero no a todas horas, preferentemente de noche y de madrugada.

El tema no es grave, el podador ya habrá procurado que los pulgares no lloren sobre las cepas. Téngase en cuenta que la savia que llora es agua, hormonas y nutrientes, propensos al crecimento de indeseables micro organismos y es preferible que goteen en la tierra. Es más, si helara, unas lágrimas congeladas podrían provocar heridas en las cepas, al expandirse el hielo, como sucede en las rocas de las montañas.

De todas formas, este fenómeno es de corta duración, escasamente una semana. Rápidamente las heridas se recubrirán de una sustancia gomosa producida por bacterias que viven en la savia que llora.

Es de todos conocido que la Fundación Pep Bonet Capellá se dedica a documentar gráficamente procesos científicos, especialmente en el mundo vegetal, aquello de “DOCUMENTAR Y COMPARTIR”. En este momento estamos planteando una colaboración con un viticultor de la Isla y estas son las primeras pruebas de un futuro trabajo.