Historia de uno de nuestros archivos

Historia de uno de nuestros archivos

El último artículo publicado en este blog fue el referente a la equivocación que cometí, hace muchos años, al confundir los estigmas y anteras de Cytinus hypocistis con las semillas de dicha planta (se puede consultar)

Las cosas no suceden porque si, el descubrir el error (y subsanarlo) fue debido, primero a que algo he aprendido con los años, en segundo lugar, que llevo años preparando la edición de un libro, precisamente sobre semillas y uno se vuelve más observador y, en tercer lugar, que, en una excursión a la zona de Muleta, en Sóller, encontramos el otro Cytinus, el C. ruber, que, rápidamente pasó a engrosar los archivos de la Fundación.

Veamos la historia de esta nueva referencia. Nuestro archivo más importante, y en el que llevamos “toda la vida trabajando”, es botánico. Empezamos con flores y terminamos especializados en frutos y semillas. Pero las plantas crecen, libres, en el campo, a veces en el campo de al lado y otras en lo más alto y recóndito de la montaña. Para eso nuestro primer contacto suele provenir de excursiones, paseos o, directamente, de expediciones de herborización.

En el caso de C. ruber, nuestro primer contacto fue en una salida de herborización del Jardí Botànic de Sóller. Un experto y algunos aficionados recorríamos una zona de la Tramontana buscando e identificando plantas, incluso recogiendo las más significativas para montar pliegos de herbario para posteriores trabajos científicos. En el lugar adecuado, debajo de un Cistus, apareció un Cytinus parasitando y que fue identificado como C. ruber.

Como no estaba en el archivo de la Fundación, empecé el protocolo de documentación. En este tipo de salidas en grupo, botánicas o no, con una meta clara de cubrir territorio, de explorar la mayor superficie posible, jamás llevo el equipo fotográfico “potente”. Hay varias razones, pero la más importante es que, aunque sean fotos de campo, hacer un documento para la posteridad, documentar una planta que, quizá, pueda terminar ilustrando un trabajo de investigación importante, implica “montar un estudio in situ”. Si visitáis el blog de la Fundación encontraréis algunos artículos, precisamente, de cómo hacemos el trabajo de campo, por ejemplo “TÉCNICAS EN LA FOTOGRAFÍA DE CAMPO”.

Queda claro que una serie de fotos “como Dios manda” implica parar, extender cámara y muchos accesorios, controlar encuadres e iluminaciones, soportes, reflectores, protecciones al viento, etc. No es descabellado dedicar una hora a una planta y aprovechar para tomar una serie de fotos técnicas, científicas y artísticas que formarán el primer corpus de nuestro archivo. Ya que se ha encontrado un taxón nuevo para la Fundación, lo lógico es sacarle el máximo provecho, pero esto es incompatible con un grupo de botánicos que están haciendo otra cosa. Por eso, en las salidas de grupo, lo máximo es llevar una cámara pequeña, sin accesorios, para tomar alguna instantánea de referencia.

Esto implica que habrá que hacer otra excursión al lugar de la planta, esta vez en solitario (o acompañado de gente dispuesta a parar por tiempo indefinido (a veces otros fotógrafos, porque en la Fundación lo compartimos todo, incluso nuestros “modelos”) provistos del equipo “serio”, dispuestos a dedicar todo el tiempo necesario a inmortalizar la planta hallada.

Pero no acaba aquí, nuestra especialidad son frutos y semillas, que suelen seguir a las épocas de floración. Pero, a efectos de documentar, es importante tener una secuencia de la vida de la planta, en ocasiones puede ser interesante desde la salida del cotiledón, tronco, hojas, textura de la planta, flores, etc. Esto permitirá documentar cualquier trabajo sobre dicha planta y, por descontado, representa hacerle tantas visitas como sea necesario. En el caso de plantas raras, de poca dispersión y encontradas en lugares remotos, significa hacer expediciones remotas y, por tanto, pesadas, a veces desagradables.

Retomando a nuestro C. ruber, por falta de disponibilidad sigue pendiente hacer la documentación de alta definición, en este momento solo tenemos las fotos de campo que se tomaron con una cámara casi compacta, una Panasonic Micro 4/3 de 12 Mpx. Para una publicación en A4, sin grandes reencuadres, es suficiente, pero siempre hay que prever que la foto pudiera ilustrar un cartel de presentación de algún acontecimiento con medidas cercana o superiores al metro… y, en este caso, nuestro archivo es insuficiente para un trabajo de calidad.

Lo que no podíamos dejar pasar era la fructificación, se hizo otro desplazamiento a Muleta (Sóller) para recoger unas muestras de planta completamente desarrollada, con las semillas ya maduras, entre otras cosas porque las semillas (y en particular estas semillas que tienen un tamaño de unos 0,2 mm) no se pueden fotografiar in situ con una cámara compacta, en plan “salir del paso”. Hay que realizar un trabajo de macro extremo, con cámaras especiales, con técnicas que también hemos publicado en nuestro blog (hay varios artículos) y, ya que estamos, usando la cámara más potente que tenemos, una Fuji DFX50 de 50 Mpx.

Así y todo, en el caso de C. ruber, hicimos una primera serie de semillas que resultaron inmaduras. Hubo que volver al sitio pasado un tiempo y volver a recoger muestras mas granadas, con las semillas mas maduras. En el caso concreto de los Cytinus se da el caso de que las semillas crecen en una melaza (por cierto, dulce y con algunas propiedades medicinales) lo que dificulta mucho sacar buenas fotos de ellas, cosa que se soluciona dejando secar la planta durante semanas.

Como habrás ido siguiendo, amigo lector, estos archivos, que puedes consultar en nuestra web, fundacionpepbonetcapella.com y que podemos compartir contigo (siguiendo las normas de la Fundación), son el resultado, a veces, de años de seguimiento, de múltiples desplazamientos, de largas excursiones, a veces repetidas, de días de trabajo físico e intelectual, de muchas horas de ordenador, para apilar, montar, limpiar, retocar luces, etc. Excuso contar que ha habido plantas, como fue la Merendera filifolia, que nos dieron esquinazo durante tres años para unir flores, frutos y semillas. O las veces que hemos encontrado la planta, pero parasitada hasta el extremo de no encontrar semillas, solo gusanos… ¡Nos ha pasado de todo, y más que nos pasará!

En fin, la Fundación, aparte de la seriedad que la caracteriza, también son estas historias del quehacer diario y nuestros archivos, que están sacados de la realidad, implican todas estas situaciones y más. Por tanto, si crees que nuestro trabajo resulta interesante, compártelo, difúndelo, quizá en tu caso concreto solo te sirve de entretenimiento o curiosidad, ¡un placer por nuestra parte! Pero puede haber gente, estudiantes, docentes, investigadores, incluso comerciantes, que puedan aprovechar nuestros archivos para mejorar SUS TRABAJOS, sean de investigación o difusión y, para la Fundación, esta es su razón de ser.

Construcción de la BONET III o cómo reemplazar un microscopio por un macro extremo.

Construcción de la BONET III o cómo reemplazar un microscopio por un macro extremo.

En el último artículo, el de la BONET II, hice la observación de que los aumentos en macro no se corresponden a los de microscopía. Ello es debido a que en macro nos referimos a medidas de la imagen real respecto a la imagen sobre el sensor o a la imagen impresa y en microscopía se refieren al aumento de ángulo con que se observa el original a través de la óptica, “cómo se ve en el ocular”.

Estas dos imágenes están tomadas con la misma cámara y con el mismo sensor, y son de semillas de Dorycnium fulgurans. La primera, la que tiene 5 semillas, está tomada con el fuelle de la BONET II a unos aumentos x1, sobre un sensor de 17×13 mm. Como sabemos que la imagen formada sobre el sensor es x1, tomando medidas sobre la imagen y con un simple cálculo se deduce que estas semillas miden alrededor de 1,84 mm.

La segunda foto, la de la semilla en su vaina, está realizada a través de un microscopio a x40 aumentos, mismo sensor de 17×13 mm. Es evidente que, siendo una semilla de otro Dorycnium fulgurans, o sea, de medidas similares, no se ve 40 veces más grande que la otra. Si comparamos medidas vemos que la imagen resulta alrededor del doble de las semillas de la otra foto.

Durante un par de años hemos flirteado con el microscopio y, fieles a nuestro compromiso con la imagen, hicimos todo lo posible para aportar medidas reales para las posibles publicaciones. En su momento fue la mejor solución que tuvimos a mano para poder presentar semillas francamente pequeñas.

Pero, como la suerte nos sonríe, nos salió la oportunidad de comprar un objetivo Zeiss Luminar 25 mm/f3.5 a buen precio. Este es un objetivo clásico, a veces presentado como objetivo de microscopio aunque no sea exacto, que se diseñó expresamente para dedicarlo a macrofotografía. 

A lo largo de mis artículos he explicado que uno de los problemas del fotógrafo de macro es la difracción de la luz. Con objetivos normales de campo, los que usa la mayoría de fotógrafos, cuando usamos fuelle o anillos de extensión, rápidamente la imagen se “emborrona” y pierde definición por culpa de la difracción de la luz. En las ópticas que usan los microscopios, que son objetivos parecidos a los de cámara, se adoptan diseños que minimicen este problema, como observar los objetos con ángulos muy abiertos. Como consecuencia los objetos a mirar suelen estar prácticamente “rozando” el cristal del objetivo. Esto, a mí, me daba grandes problemas para hacerle una iluminación de estudio a una semilla colocada escasamente a 2-3 mm del objetivo, pero me tenía que aguantar (a x400 la distancia es 0.7 mm)

Los objetivos Luminar están diseñados en la línea de los objetivos de microscopio, pero para cámara. Era habitual que fueran montados en cámaras de formato grande y, nuestro Luminar, se publicitaba como mejor rendimiento entre x6 y x 25. Teniendo en cuenta que el objeto a fotografiar se coloca a 15/20 mm del objetivo resulta bastante cómodo para iluminar.

Con este pequeño preámbulo, vayamos al diseño. Recordemos que en la Fundación ya tenemos la BONET I que da magníficos resultados desde x0.5 hasta x5. Haciendo caso a la publicidad, construiremos una cámara a la medida del objetivo Luminar 25/3.5 que trabaje entre x5 y x25, con lo que pasaríamos a tener un amplio rango de macro… que con las técnicas digitales al uso y las técnicas de apilado pueden ampliar considerablemente nuestro archivo. Lo primero un poco de óptica.

La construcción de una imagen por parte del objetivo es física pura. Si el objeto está en el infinito, la imagen se formará “exactamente” a la distancia focal de la óptica que sea. Recordemos que por ser nuestros ojos imperfectos, creemos ver imágenes que están un poco antes y un poco después de F, por aquello de los círculos de confusión, lo que llamamos profundidad de campo, pero el objetivo es perfectamente matemático, “enfoca en F”.

Si a la distancia exacta de 2F observamos una imagen, podemos asegurar que tendrá, “exactamente”, la misma medida que el original. En el punto 3F será x2, en 4F será x3 y así, sucesivamente. La imagen se amplía (n-1) veces F, conforme vamos estirando el fuelle o vamos colocando tubos de extensión. Esto es teóricamente infinito, si no fuera que, a partir de una cierta ampliación, la difracción de la luz es tan notoria que la imagen se vuelve inútil. Como nota al margen y para lectores que usen objetivos “comerciales” de cámara, ya dijimos, en un artículo sobre macro extremo, que el mejor rendimiento “profundidad de campo-refracción” suele estar en el diafragma del centro del objetivo. Si hacemos macro, con fuelle o anillos de extensión la norma es que “ampliación x diafragma usado” no sobrepase este número, o sea, que si el diafragma de en medio es 8, por ejemplo, haciendo un macro x2 no conviene cerrar más de F4, dicho de otra manera, ¡nos quedamos sin profundidad de campo! Cierro nota.

En el caso de objetivos compuestos, la totalidad de los que usamos, con varias lentes, es muy raro saber dónde empezar a medir, aunque si sabemos la distancia focal. Entonces el x1 habrá que buscarlo por tanteo.

Para nuestro proyecto de cámara, como nuestro objetivo es de 25 mm de distancia focal, para llegar a x25 está claro que deberemos tener una posibilidad real de estirar el fuelle hasta (F+1)x25= 26×25=650 mm, teniendo en cuenta soportes de objetivo y cámara, quizá se podrían ahorrar unos milímetros, pero no vamos a discutir por unos cm de barra, máxime que tenemos barra de más.

Nota: Los otros artículos sobre este tema han sido un tanto periodísticos, meramente de presentación. Había dos razones importantes, una que solo pretendían situar al lector y la otra que en las otras cámaras yo trabajaba en taller de construcción, mecanizando mis soluciones y eso no es asequible para el no profesional sin maquinaria. Di poca información de las técnicas usadas porque presupongo que la casi totalidad de mis lectores no se van a poner a construir máquinas para macrofotografía y que el número de fotógrafos locos y mecánicos de oficio, simultáneamente,  puede ser nulo.

Ahora, en la construcción de la BONET III, jubilado y sin taller, por muy amplio que sea mi oficio me encuentro como casi todos mis lectores, obligado a resolver problemas mecánicos adaptando materiales de “gran superficie”, de ferretería o recurriendo a encargos puntuales a profesionales. Entonces aquí sí que me extenderé en las soluciones, más que nada por si algún lector está interesado en entrar en este campo, que vea que se pueden “chapucear” soluciones viables con bastante inventiva y con horas de trabajo artesano. Por descontado que este blog tiene “mi contacto” a vuestra disposición.

Volviendo al tema, a los 650 mm obligados, le añadiremos otros 150 mm para mesa y sistemas de enfoque, para soportes, focos de iluminación, etc. lo que nos da una columna de 800 mm

La experiencia me dice que con columnas tan altas y aumentos tan duros, cualquier vibración molesta de sobremanera. Por otro lado, en esto de no poder mecanizar y recordando aquellos perfiles de aluminio comprados a metros para la BONET I, la solución sería buscar un perfil con buenas ranuras longitudinales y que tenga una buena rigidez. En la BONET I, hasta x5,  ¡el perfil de 40×40 mm vibra al enfocar! 

También es cierto que, al haber usado la columna de una ampliadora como soporte y enfoque de la cámara propiamente dicha, en la BONET I añadí un voladizo importante que no ayuda en absoluto. De todas formas no quedaba más remedio puesto que la distancia del objeto al objetivo, con un 135 mm/5.6, varía entre unos 36 cm para x0.5 y unos 10 cm para un x5, lo mismo que si un objetivo saliera unos 26 cm al enfocar… y la BONET I es cualquier cosa menos ligera. Es más bien un armatoste que necesita un buen apoyo, de hecho, con menos columna ya era incomodísima como cámara de campo y por eso terminé construyendo la BONET II.

Aquí, en esta nueva cámara, pretendemos ir desde x5 a x25, está claro que habrá que aumentar la estabilidad. Además, como usaremos un objetivo de 25 mm/3.5 diseñado al estilo de objetivo de microscopio, la distancia objeto-objetivo varía entre unos 18 mm para x5 y unos 14 mm para x25, el sistema de enfoque será independiente de la columna.

Buscando en internet, encontré un perfil de 80×80 mm, con doble ranura que me permitirá, incluso, mantener un paralelismo entre montantes. Recordemos que ya no recurrimos a las técnicas de Scheimpflug, en esta cámara nos olvidamos de descentramientos, ahora mejoramos la profundidad de campo con el apilado.  

Visto así, en la foto, ya parece sólido. En la realidad me sorprendió, ¡es exactamente para lo que está diseñado!, una columna para montar separaciones en oficinas, ¡dudo mucho que vibre! Esos cuatro agujeros interiores, separados 40 mm, son de 6,8 mm de diámetro, la medida exacta para roscarlos a rosca M8/125, cosa que se ve en la foto, y que me servirán para sujetar la columna a la mesa de trabajo. Como me vendieron una barra de 2 metros, no me quedó más remedio que pasar por un taller mecánico y pagar el corte, el roscado lo hice yo en casa, ¡columna solucionada!

Ahora toca solucionar los montantes de la cámara. Las anteriores veces los fabriqué a medida de mis necesidades, pero ahora tengo las manos atadas, no tengo taller a mi disposición.

En su momento tuve una muy buena ampliadora con cabezal de color, para formato medio hasta 6×7 cm, una LPL 7700… la mesa y columna son el soporte de la BONET I.

Terminé de desguazar el cabezal de color para aprovechar los montantes de película y objetivo, solamente las dos placas sin guías ni arrastre de enfoque ni fuelle (el fuelle alargaba escasos 15 cm y yo necesito, al menos, 650 mm), los montantes desnudos. Con un par de taladros separados 40 mm, resultan fácilmente adaptables a la columna. Como parte del cabezal de la ampliadora, los montantes no son iguales, el montante del objetivo es menor porque tenía el suplemento del enfoque y las guías de unión al montante de la película. Yo resolví la diferencia con un par de cilindros roscados de aluminio que, evidentemente, tuve que encargar a un tornero (y pagar).

En este caso, mi única intervención, aparte de desmontar “todo” el cabezal de la ampliadora para separar los dos montantes, fue hacer los agujeros separados 40 mm, con un berbiquí de mano, ¡a pulso!, y conseguir que no se desviaran demasiado. Usé la técnica de empezar con la broca más pequeña posible ¡sin permitir que el taladro pasase para mantener el centro! Y seguí repasando el mismo taladro con brocas 1 mm mayores cada vez, muy lentamente y controlando todo lo posible. Hechos los taladros, fue necesario un mínimo retoque de lima de unas pocas décimas. Tontamente hablando, ya tengo apoyo para la cámara y para el objetivo.

En la foto del objetivo se le ve roscado a una pieza negra, es el soporte para objetivos de ampliadora que se acopla perfectamente al montante pequeño. Si observáis la foto de los dos separadores de aluminio, se ve que el montante pequeño tiene una zona circular rectificada, se ve una uña y hay un tornillo en el lateral. El soporte del objetivo se acopla y se sujeta perfectamente en este plano rectificado… La única cosa que tuve que hacer fue encargar al tornero un adaptador de rosca, de diámetro 39 mm a diámetro 19,5 mm que tiene el objetivo Luminar y ¡problema resuelto!

Entonces las actuaciones a la columna han sido sencillas, prácticamente se resolvieron comprando unas tuercas-guía propias del perfil de aluminio y unos tornillos, aparte de unas pequeñas actuaciones de un taller de mecanizado.

El soporte del objetivo estará fijo en la columna, el enfoque, al igual que se suele hacer en los microscopios, se realizará subiendo y bajando el objeto a fotografiar con una mesa de movimiento micrométrico, que compré hecha por internet. 

Como se aprecia en la foto, a la placa que soporta el objetivo, en los dos agujeros separados 40 mm y que quedan centrados con las ranuras del perfil he atornillado los dos separadores que me hizo el tornero y he roscado estas piezas de dos agujeros que se deslizan perfectamente por las ranuras de la columna (de hecho están fabricadas expresamente para el caso) Cuando el objetivo esté donde me interese, apretaré los dos separadores como tuercas, lo reforzaré con los dos tornillos para que quede fijo y apretaré la placa al otro extremo de los separadores, de tal manera que el centro del objetivo coincida con el centro del sensor en el otro soporte… ¡y trabajo terminado!

Para el soporte de la cámara hay una ligera complicación, este “sí” deberá moverse, ya que será el montante que fijará la ampliación, el que estirará más o menos el fuelle. Para eso también recurrí a un par de tuercas estándar, las de modelo largo porque esos dos tornillos que se ven serán los que emplearé para controlar la ampliación y quería tener comodidad de manejo. 

Todo mi trabajo, aparte de los dos taladros obligados donde sujetar el montante a las tuercas, consistió en cortar unos suplementos que se aprecian bien en la foto de la derecha, para evitar que el montante rozara la columna. Si se observan los accesorios-tuerca se ve perfectamente que tienen un reborde. Este reborde desliza perfectamente por los cantos de las guías de la columna, por lo que el montante sube y baja con mucha suavidad y perfectamente horizontal. En cuanto esté instalado el fuelle, resultará cómodo ajustar la ampliación, que estará convenientemente marcada en la columna.

Para la sujeción de la cámara, la Fuji GFX50, cuando la compré tuve una previsión que me ha resuelto el problema. Cuando compré esta cámara ya lo hice pensando en acoplarla a la BONET I y a la BONET II, tanto es así que compré solamente el cuerpo de la cámara, sin objetivos, resultaba más económico que comprar un respaldo digital. En realidad compré la Fuji GFX50 para “eliminar para siempre” el uso de película química pero mantener una máxima mía de hace muchos años que es que todas mis fotos sean reproducibles con calidad hasta UN METRO. La película hace bastantes años que la abandoné, pero tuve que resolver un compromiso y lo hice con una cámara Micro 4/3 y no me sentí bien… ¡quedaba pobre!

La previsión es que en la tienda donde compré la cámara impuse que también me consiguieran del servicio técnico TRES bayonetas de objetivo, atornillables donde me diera la gana. Dos de ellas ya estaban “colocadas”, en los dos fuelles que ya tenía en uso, la tercera será el soporte de la BONET III.

El trabajo habrá resultado bastante fácil, cuando compré la Fuji, encargué al tornero un tubo de aluminio donde rosqué una de las bayonetas para hacer unas pruebas, el tubo que aparece en la foto. El tubo era más largo y tenía agujeros mecanizados.

Para este nuevo proyecto volví al tornero para que aprovechara el trozo de tubo que quedaba virgen, busqué una placa que tuviera unas medidas similares al montante móvil, taladré el agujero necesario y pegué el soporte de la bayoneta a la placa con Araldit.

Esta placa se atornillará al montante, aprovechando los tornillos que se emplean para sujetar en fuelle, de los que se ven unos agujeros en el montante. Todo el trabajo consistirá en taladrar la placa negra.

En cuanto a mecánica ya está resuelta la cámara, lo único que falta es resolver el enfoque… ¡y el fuelle!

En otros artículos he explicado el nuevo sistema digital de obtener más profundidad de campo, el apilado. Consiste en tomar varias fotos a distintos planos y, con el programa adecuado, seleccionar las zonas enfocadas de cada plano y montar “el puzle” en una foto única que abarque la totalidad del grueso del objeto. La verdad es que esta técnica resulta espectacular, en cuanto a la definición que aporta a la imagen…  y lenta y trabajosa porque hay que corregir los errores del programa de apilado.

El problema es la precisión. En la BONET I, con el objetivo 135/5.6, cuando se amplía al máximo de x5, la profundidad de campo se limita a escasos 0.5 mm. En microscopio la cosa se reducía a 0.033 mm en el caso de x40, a 0.015 mm en el caso de x100 y a 0.005 mm si ampliábamos a x200. Con este objetivo, hasta que lo pongamos en funcionamiento y hagamos las pruebas pertinentes, no sabemos cuál será su mejor rendimiento pero no hay duda que se medirá en milésimas de milímetro.

En su momento hicimos una prueba y pudimos medir que entre aumento mínimo, x5, y aumento máximo, x25, sería necesario un recorrido del punto de enfoque de unos 5 mm. A esto habrá que añadirle el grueso del objeto que, tratándose de objetos nivel macro, siempre será pequeño, supongamos que, como máximo, pueda ser un “garbanzo” de 10 mm.

Hubiera resultado ideal encontrar una mesa micrométrica que se desplazara 15 o más milímetros, solo encontramos a buen precio la de la foto que tiene un recorrido de 13 mm, con un dial con una precisión de 0,005 mm… ¡procuraremos adaptarnos!

Cuando la cámara esté acabada y operativa, ya he apuntado que el objetivo quedará fijo en la columna y que el enfoque se hará subiendo y bajando el objeto a fotografiar. El objetivo se deberá ajustar al punto más alto de la mesa (para evitar errores, la mesa la subiremos 12 mm y este será el recorrido del que podremos disponer) Entonces, este ajuste se hará con un suplemento a la mesa de, por ejemplo, 5 mm y esto nos dará un recorrido real de unos 17 mm, donde se ubicarán los objetos a fotografiar y que podrán ser ajustados capa a capa con la precisión señalada de hasta 0.005 mm. Esperamos que resulte cómodo.

¡Solo queda resolver el fuelle! Este ha sido el talón de Aquiles de este proyecto, ¡el fuelle!

Teniendo en cuenta nuestra falta de experiencia en construcción de fuelles, lo primero ha sido fabricar un molde como ayuda y referencia.

¡Primeros problemas! El molde se fabrica con 9 barras cuadradas que forman un cuadrado de 3×3 secciones, fáciles de desmoldar al estar acabado. Al tener que recurrir a prefabricados de gran almacén, las medidas son las que son. O cogía barra de 30×30 mm y no llegaba o la cogía de 35×35 y me pasaba (el fuelle debía ser de 95 mm entre aristas) Elegí 30×30, que en realidad era 29x 29 mm, monté el taco de 3×3 secciones y dibujé las aristas y cortes en las cuatro caras del bloque, como se ve en la foto, marcando las zonas de madera que debían desaparecer. Este trabajo es básico, porque lo de fabricar crestas y ranuras lo tenía que encargar a un profesional (yo no dispongo de maquinaria) y la experiencia aconseja hacer el encargo con TODOS los problemas operativos resueltos, procurar no dejar ningún detalle constructivo al azar. Un carpintero aceptó el encargo, y lo hizo correctamente, pero lijó los cantos para un mejor acabado y, teniendo en cuenta que ya me había quedado corto, ¡con la lija rebajó 1 mm extra! Menos mal que ya estaba previsto “ensanchar” el molde.

En las fotos se aprecia el suplemento de cartón pegado a la madera y la separación obtenida entre barras. De los 86 mm a los que había quedado el molde después de mecanizado y lijado, se lo hizo crecer a 94 mm

Acto seguido, con una barra de cantonera, comprada en una ferretería, se hicieron unos utillajes, trocitos sueltos y una serie pegados a una tabla, que nos ayudaran a mantener las telas sujetas y perfectamente ajustadas a cada una de las ranuras, ¡a pesar de tanta previsión, os puedo jurar que faltaron manos!

Y con esta preparación, empezamos el primer fuelle, que terminó en fracaso. Un fuelle es, básicamente, una tela opaca, plegable como una tela, con refuerzos en las caras de cada cresta para que mantenga una cierta rigidez mientras se estira o se pliega, ¡esta es la teoría!

Empezamos por dar dos capas de pintura en spray, negro mate, a una tela negra para opacarla ¡y no quedó totalmente sellada! Ajustamos esta primera tela al molde, pegada con cola de contacto y la reforzamos con cartulinas en cada una de las caras de cada pliegue. Luego, como la opacidad era dudosa, cubrimos con una segunda tela, también opacada con otras dos capas de negro mate y perfectamente pegada a cada cartulina de refuerzo, para que mantuviera la rigidez del fuelle. Cuando quitamos el molde, después de un montón de horas de trabajo, de ir a comprar telas y botes de pintura y de algún que otro cabreo, ¡sacamos un molde perfectamente opaco y rígido como la mojama! Además, con tanto grueso de tela, tanta pintura y tanta cartulina, aunque nos sentáramos encima solo se comprimía hasta 18 cm, vamos, que no tenía ninguna utilidad para el proyecto ¡Esto pasa por no saber del tema!

Hubo que volver a empezar desde cero. Cambiamos de técnica, para la tela interior, negra para evitar reflejos, elegimos una tela fina de punto, más rugosa y más flexible que en el primer intento. En la trama se veía al trasluz, entonces se opacó con papel de seda negro, pegado con pegamento permanente del que se usa en artes gráficas, en spray. Esto nos dio una primera capa, bien ajustada al molde con la ayuda de los utillajes de madera que hemos visto antes.

Para dar rigidez al fuelle seguimos recurriendo a la cartulina pegada con cola de contacto, pero reforzando una sola cara de cada cresta. Las 23 cartulinas que dejamos de poner representan comprimir el fuelle 1 cm más, además dejamos más libertad de movimiento a las telas. En las fotos se aprecia la gran ayuda que representan unos trocitos de cantonera de madera y un peso de plomo, usados como utillajes.

En la tercera foto se aprecia el forro con papel de seda negro. En realidad se trata de una segunda capa porque este papel es tan fino y delicado que, manipulando, se hicieron desgarrones en la primera capa.

Se puede decir que el fuelle está listo, pero con un acabado basto y con infinitas manchas de pegamento, que si se apretaran los pliegues podrían pegarse e inutilizar el fuelle. Por eso se le aplica un forro de una tela de raso y ya podemos desmoldar.

En la primera foto una vista de la capa interna, donde se aprecia la tela, en los cantos destaca el forro de papel de seda y se ven claramente los refuerzos para mantener una cierta rigidez. En la otra foto ya tenemos el fuelle acabado, forrado con la tela de raso y desmontado el molde. A decir verdad, se ha resuelto el problema del fuelle, pero ha sido complicado, difícil y ha quedado con un acabado “poco profesional”, no descarto algún día confeccionar otro fuelle y, si sale más agraciado, sustituirlo.

A partir de aquí entramos en la última fase del proyecto, armar la cámara. Llevamos un par de meses reuniendo materiales, mecanizando piezas y encargando mecanizados al taller de torno.

La primera actuación es unir el soporte de cámara y el soporte de objetivo con el fuelle. El sistema va a ser sencillo, usando el mismo sistema de tornillería que se usaba en la ampliadora, atornillar ambos lados. En el fuelle de la ampliadora había unas placas que reforzaban la unión, pero que ahora no caben en la ranura, toda vez que el nuevo fuelle es más grueso, se resuelve por el sistema de encolar el fuelle a la placa soporte y reforzamos con los mismos tornillos, sin placas de refuerzo. A decir verdad, ¡un poco chapuza, pero queda perfectamente sujeto!

Y, Señores, ¡ese ha sido el proceso! Ha habido un trabajo, que se puede observar en las fotos de portada, consistente en, sentado y con una paciencia infinita, ir marcando los tirajes para obtener ampliaciones fijas.

La primera medición, obtener la ampliación mínima que nos permite la compresión del fuelle. A pesar de haber escatimado todo lo posible en espesores, el fuelle completamente comprimido abulta 8 cm. Si añadimos soporte de objetivo, soporte de cámara, gruesos de placas y posición del sensor el aumento mínimo se quedó en x6.6. Como en la BONET I llegamos a x5, para jugar con números exactos hemos empezado por estirar el fuelle hasta conseguir una ampliación exacta de x7.

Este ha sido nuestro punto de partida, mínimo aumento x7. Hemos marcado esta referencia y medido con precisión la separación entre placas. Ahora ya sabemos que si separamos las placas otros +75 mm (recordemos que cada alargamiento de una distancia focal, en este caso 25 mm, aumenta X1 más) pasamos a x10. Subimos otros +125 mm y tenemos x15. Otros +125 mm y tenemos x20. Y, con los últimos +125 mm, x25.

En cada una de estas posiciones, marcada con precisión, hemos tomado una foto a una reglilla y medido en pantalla el campo abarcado. Nos ha dado que las ampliaciones son exactas en un 0,3%. Hechas todas estas mediciones, sujetar firmemente el montante del objetivo, a una distancia de la mesa micrométrica que nos permita aprovechar todo su recorrido  y colocar y marcar el montante de la cámara para poder elegir las ampliaciones que nos puedan interesar.

Y esta es la primera muestra que se ha realizado, una toma de arena de la playa de Ciudad Jardín, en Palma de Mallorca, a una ampliación x10, realizando 15 tomas separadas 40 micras, a máxima abertura del objetivo. Se observa un campo de 4,4 x 3,3 mm y una profundidad de campo de 15×0.04 = 0,6 mm

Ahora queda hacer una serie de fotos en distintas ampliaciones y aberturas de diafragma, para establecer los mejores rendimientos del objetivo, pero se puede decir que esta foto de arena inaugura un nuevo proyecto de la Fundación Pep Bonet Capellá en el mundo macro fotográfico de la Geología, una documentación de arenas de 93 playas del mundo.

Como fundador de la Fundación Pep Bonet Capellá me siento orgulloso de que “este” vaya a ser el primer artículo que se publicará con la Fundación constituida, refleja el espíritu de la misma, aquel lema de “DOCUMENTAR Y COMPARTIR”.

Hacemos crecer la BONET I y construimos la BONET II como cámara de campo.

Hacemos crecer la BONET I y construimos la BONET II como cámara de campo.

 A la solución auto construida que presenté en el artículo anterior, la BONET I, como también se hacía incómoda como cámara de campo, le sustituí el rail por otro de 1 metro (rail de estantería comprado en pieza de 6 metros) y, para comodidad mía, lo uní a una columna de ampliadora.

Si os fijais en la foto de perfil, justo debajo de la rueda amarilla que regulaba el tiraje de la ampliadora se ve “un añadido” de aluminio, es un “invento” para enfocar con precisión. Mecanicé una grapa fácil de fijar a la columna de la ampliadora, apretando el tornillo negro que se ve, y en una ranura inserté un disco roscado y un tornillo que sujeté al cuerpo de la ampliadora. Si se suelta todo la cámara sube y baja, como si fuera el cabezal de la ampliadora. Si se bloquea la grapa a la columna, girando el disco, se mueve el tornillo que arrastra el cabezal, pero con la precisión de un enfoque fino… ya comenté que mis “inventos” no eran extraordinarios, me conformo con aplicar algo de oficio y mecanizar soluciones sencillas.

Nota: Estas fotos son el estado actual de la BONET I, con una cámara digital Fiji GFX50 acoplada. Inicialmente, en lugar de la Fuji, había un chasis de película 120 de 6×6 cm.

¡Pero la BONET I está totalmente activa y sigue ampliando mi archivo!

Mientras, volví a tener algún dinero y me había comprado una PENTAX 67 (los que me seguís, sabéis que soy de “burro grande, ande o no ande”)

Ya comenté en su momento que el macro de campo, más allá del x2, implica muchísimos sinsabores, de estabilidad, de viento, de profundidad de foco, etc. Se consigue, pero el trabajo que da integrar el entorno, que, además, prácticamente no va a influir en el encuadre porque deberá ser algo muy cercano al sujeto y, por tanto, tan pequeño como el sujeto, no vale la pena.

Entonces, mi idea primera (una vez montado todo el sistema de estudio con la BONET I) fue construir un fuelle pequeño, daba x1, para aprovechar la PENTAX 67 (recordemos que la era digital aun no existía, al menos no era popular) Aprovecharla como soporte de película y automatismos, fotómetro y velocidades de disparo y convertirla en mi cámara de campo.

Al no existir, aún, el apilado, le incorporé descentramientos para poder aplicar Scheimpflug. Eso sí, para simplificar solo descentré el objetivo, la cámara quedaba en una bayoneta fija, pero, ¡bajo ningún concepto! renunciar a ganar unos milímetros de profundidad de campo.

Recurrí a ideas fáciles de mecanizar, una placa que por un lado era la bayoneta para la cámara y por el otro un cuadrado donde fijar el fuelle y dos varillas por donde deslizar un “carro” que soportara un objetivo descentrable. (El objetivo que sale en la foto no es el primero, el primero fue el Apo Symmar 135/5,6. Este es una adaptación actual para la cámara Fuji GFX50 y que me proporciona hasta x2)

En el soporte del objetivo mecanicé una “L” y la sujeté con un tornillo al carro, de tal manera que al apretar se fijaba el tiraje y el descentramiento horizontal. Un segundo tornillo a 90º sujeta el soporte del objetivo, lo cual permite “poner el objetivo mirando ‘pa’ Cuenca”

Para los que busquéis la “auto suficiencia”, fijaros en esta foto. La placa está mecanizada para incorporar el Apo Symmar 135/5,6. No se ve porque lo tapa el actual objetivo.

Cuando hice la actual adaptación del fuelle a la Fuji GFX50 e incorporé el objetivo Nikkon 75/4 de la foto, no quedaba otra que mecanizar una rosca para el nuevo objetivo. Si os fijáis bien, veréis que la solución fue comprar una rosca adaptadora prefabricada y pegarla con un buen pegamento. El objetivo está correctamente roscado, fácil de sustituir por cualquier otro de la misma rosca.

Por descontado que si, por la razón que sea (que no procede), se quisiera volver al Apo Symmar no quedaría más remedio que “despegar la rosca”. Muy práctico no es, pero cuando se decidió usar el fuelle con la Fuji GFX50, se decidió que “sería definitivo”… 

Estos tres últimos artículos solo son a modo de visión de la trayectoria que me ha traído hasta la actualidad y, un poco, para terminar presentando la BONET III, otra cámara de estudio que me permitirá hacer ampliaciones de x20, quizá hasta x25.

Por el oficio que tengo y por haber sido profesor de FP durante casi toda mi vida, soy plenamente consciente de que no todo el mundo tiene los conocimientos y las habilidades para fabricarse parte de su propio equipo, pero solemos ser capaces de mucho más de lo que creemos. A veces no podemos “construir” nuestro invento, pero siempre, indagando, terminaremos por encontrar al profesional que pueda mecanizar parte de nuestros problemas y nunca olvidéis que “el Araldit hace milagros”

En esta foto, ¡chapuza donde las haya!, se ve una caja vacía, realmente adaptada al fuelle que acabamos de ver y donde aún se observa una presilla sujeta con dos tornillos (las rayas de porquería oscura son debidas a que había una entrada de luz no deseada y se le pegó una tela negra. El fuelle se construyó a medida de la PENTAX 67, pero esta cámara da negativos de 6×7 cm y el archivo de botánica se estandarizó a diapos de 6×6 cm, ¡una pérdida de 1 cm de película por cada foto es inaceptable! La caja y el soporte se fabricaron para sustituir la cámara de alta calidad por un simple chasis de película 6×6 cm… ¡y volver a tirar de fotómetro!

¡También se explotó debidamente la chapuza y constan buenísimas fotografías en el archivo, tomadas “con este andamio”!

Cuando empecé a “digitalizarme”, mi primera cámara fue una PANASONIC GF1. Acostumbrado al formato medio fue un importante retroceso en la calidad de mi archivo, pero también es verdad que una Micro 4/3 es algo más que una compacta, 4000×3000 píxeles.

Ya que vamos de “historias de abuelo Cebolleta”, os diré que, hasta que me jubilé en 2012, siempre tuve acceso a máquinas, a taller de mecanizados y a taller de carpintería. Teniendo la capacitación técnica que tengo, cualquier idea que surgiera estaba en mi mano realizarla… Una vez jubilado quedé como el común de los mortales, a expensas de las grandes superficies i de las tiendas de ferretería para poder “inventar inventos” (de ahí que ahora aparezca tanto pegamento, tanta cola de contacto y tanto Araldit)

Pues bien, la PANASONIC se acopló al fuelle con el consabido accesorio de bayoneta “pegado” a la caja. Hay mucha literatura y mucho cine sobre la condición humana, sobre la degradación de las personas, de la influencia del entorno, sobre como una persona se puede “dejar hundir”.

Está claro que sentirme “solo y abandonado” en este universo tecnológico, sentir que ya no tenía acceso a maquinaria me hundió en la miseria de la chapuza y, estos últimos años, he tenido que recurrir a ella demasiadas veces, ¡pero he seguido tomando fotos, algunas macros excelentes!

En honor a un buen amigo, haré mía una frase suya, “hay gente que tiene “concepto” de la chapuza”… La verdad es que algo de MacGyver  sí que puedo aportar.

El próximo artículo de esta serie ya será un reportaje de la nueva cámara de estudio, esa maravilla que os he anunciado que hará tomas x20, aproximadamente lo que en microscopia se llaman 250 aumentos. Téngase en cuenta que en microscopía y en fotografía se emplean lenguajes diferentes. O sea, x20 de foto viene a significar x250 de microscopio, nosotros hablamos de tamaño sobre el sensor y ellos hablan de ángulo de visión en el ojo.

Ya sé que de los lectores de estos artículos, la mayoría, como mucho, puede que os maravilléis pero dudo que intentéis construir una cámara… incluso es muy probable que no os haga ninguna falta.

Pero estos artículos tienen la finalidad de compartir conocimientos, mi convencimiento personal y la función de la Fundación Pep Bonet Capellá están precisamente para eso, para que todo el mundo interesado pueda aprovechar lo que nosotros sabemos. Los artículos están escritos a modo de divulgación, pero estoy abierto a ampliar toda cuanta pregunta pueda surgir a gente interesada… suponiendo que sepa la respuesta.

La Bonet I, 30 cm. de fuelle al servicio del Macro, con descentramientos para aplicar las Técnicas de Scheimpflug

La Bonet I, 30 cm. de fuelle al servicio del Macro, con descentramientos para aplicar las Técnicas de Scheimpflug

Ya conté que el objetivo macro, de una cámara de formato medio, “se había quedado corto”. Que cuando aprendí a mejorar la profundidad de campo jugando con el rendimiento de la óptica todo lo demás pasó a segundo término.

El problema es que mi cámara CALUMET de formato grande, 10×15 cm, de banco óptico, era un incordio moverla al campo, recuérdese que hablamos de época de película, de poder mover “TODOS” los ejes de la cámara y de que fuera algo reducido, en rollo de 6×6, por ejemplo. La solución fácil era comprar una cámara Arca Swiss. De hecho mi objetivo Apo-Symmar 135 /5,6 me servía, necesitaba un chasis y el cuerpo de cámara técnica con descentramientos micrométricos… y estuve mirando la marca citada, Arca Swiss, una “delicatesen” que no me podía costear.

Fue en este momento que decidí “fabricar” yo el banco óptico. Dicho así, suena a pretencioso o a genio… ¡pues nada de esto! En las cámaras fotográficas (y actualmente más) hay un montón de automatismos que miden, controlan y actúan mecanismos. Para ajustar, básicamente, apertura del objetivo, velocidad de obturación, sensibilidad del sensor, sea película o sensor digital, y a qué valor de sensibilidad vamos a trabajar. Con todas estas variables cualquier fotógrafo que conozca el oficio elegirá o permitirá fijar, un trio de valores “sensibilidad/velocidad/apertura” para que la foto se tome con la luz justa, sin temblores y con la profundidad de campo deseada. En la mayoría de cámaras actuales, además, nos permitirá elegir programas que forzarán una de las tres variables. Por ejemplo velocidades siempre rápidas para foto “deportiva”, o diafragmas preferentemente abiertos si elegimos “retrato”, o sensibilidad alta y diafragma bajo cuando elegimos “foto nocturna”… No es que la cámara sea más lista que nosotros, es que se la ha programado para que no tengamos que decidir.

Realmente una cámara, sea de banco, digital o de cualquier móvil, se compone de los elementos de la foto: un objetivo capta una imagen, la reproduce sobre un sensor y unas mediciones de luz abren o cierran un diafragma y lo mantienen abierto un tiempo exacto, para recoger una cantidad de luz que pueda registrar el sensor.

Todo eso “se puede hacer a mano”. Estas siempre han sido mis cámara auto construidas, el cajón que es capaz de sujetar estos componentes. No me quitaré el mérito de ser un profesional, Maestro de Taller, capaz de mecanizar al torno o a la fresadora ranuras, bayonetas, roscas, etc. ni pienso ceder un ápice en mis conocimientos de medición de la luz, tanto incidente como rebotada ni de todo lo que se sobre exposición en fotografía.

Si vamos a la foto de portada, se ve muy bien que el “banco óptico” son dos palmos de una barra de aluminio con unas ranuras, por las cuales se puede deslizar un perfil ajustado… están diseñadas para construir estanterías (se venden en tiras de 6 metros)     

Construir el banco consistió en mecanizar unas roscas, atornilladas a trozos de perfil… Y eso si, el enfoque se hacía a pulso, nada de ajustes micrométricos. En las fotos, la sujeción de uno de los montantes y el soporte de la barra principal del banco óptico.

Para poder aplicar técnicas de Scheimpflug era imprescindible poder bascular los planos de película y objetivo en dos ejes perpendiculares, esto se resolvió sujetando una plataforma con una escuadra recortada, comprada en una gran superficie, y con dos de estas construcciones se tuvieron los planos basculantes del objetivo y de la película de una cámara técnica. Ahora solo hubo que fabricar un fuelle para obtener una caja flexible y alargable, hermética a la luz, como se observa en la foto. Puestos a “chapucear”, en la foto de la cámara se observan los “focos profesionales”, un flexo de sobremesa y un miniflash con filtros de bote recortado.

Durante algunos años, esta cámara técnica de fabricación casera, junto con mi inseparable fotómetro y rollos de película Fuji Provia 100F se convirtió en mi cámara de campo. Con ella hice fotos espectaculares que enriquecen mi archivo. Por descontado que el programador, el selector de velocidades, el autofoco, el bracketing, el control de flash, la multiexposición, la famosa rueda PASM, y todas estas funciones que aporta cualquier cámara actual estaban controladas por el mejor computador, el más versátil, ¡mi cerebro humano!… y la mecánica “mis deditos”.

Luego, con los años, decidí hacer otra cámara específicamente de campo, entre otras cosas porque esta casi nunca la empleaba al 100%. En natura, hacer macros mayores de x2, directamente sobre la planta y, normalmente, con alguna brisa, siempre terminaba en una mala aventura y con problemas. Decidí cortar un trozo de perfil más largo y hacer crecer la BONET I para usarla exclusivamente en estudio, trabajando cómodamente hasta x5 y construir la BONET II, más coquetona, menos pesada y algo más manejable, que me garantizara un x1 sobre película de 6×6…

… Pero bueno, esta vuelve a ser otra historia que se contará en otro momento.

La “carrera armamentística” o cómo se llegan a tener fotos macro-extremas de muy buena calidad.

La “carrera armamentística” o cómo se llegan a tener fotos macro-extremas de muy buena calidad.

En algunos comentarios de “mi historia” he dicho que llevo más de 30 años haciendo fotos de plantas (emplear la palabra botánica, dados mis conocimientos, es demasiado presumir)

Debo reconocer que entré a hacer fotos de flores por una crisis de creatividad, no se me ocurría ningún tema interesante, y, por casualidad, hice una florecilla… y llevo esos más de 30 años, obsesionado con en el tema.

Más o menos coincidió la cosa con un pequeño golpe de suerte, unos dineros extras con los que no contaba, y realmente empecé mi archivo botánico con una cámara Mamiya 645 (ya nunca más volví al formato 24×36)

Ciertamente, mis conocimientos de fotografía eran limitados, autodidactas, recogidos en artículos de revistas y algunos libros de fotógrafos ilustres. Había “aprendido” con una cámara de 35 mm y había hecho algo de macro con anillos de extensión. La Mamiya 645 ya la compré, directamente, con un objetivo macro que me resultó totalmente insuficiente, la calidad era correctísima, pero yo “exigía más”. Para los fotógrafos de hoy, digitales todos ellos, quiero hacer notar que estoy hablando de principios de los 90 cuando el “apilado” ni se le conocía, “ni se le esperaba”. También esta época coincidió en que pasara a dar clases de fotografía en un instituto de Imagen y Sonido lo que me aportó bibliografías de las que yo desconocía su existencia y donde me sentí en la necesidad de superarme a mí mismo, en la necesidad de enseñar algo más que un escueto programa.

Fue cuando aprendí el funcionamiento de la cámara técnica, cuando me enteré de las leyes de Scheimpflug, cuando, después de haber invertido el sueldo de casi dos meses de trabajo en mi Mamiya 645, descubrí que la cámara que yo realmente quería valía 5 o 6 veces más (por descontado que no había ningún otro “pequeño golpe de suerte” ni ningún otro dinero extra) y que no me la podía costear… ¡fue el momento exacto de empezar mi larga vida de chapuzas!

Hice un experimento, interesante, que fue comprar de enésima mano una cámara técnica “Calumet” por cuatro chavos, la foto que encabeza este artículo, y un objetivo “profesional” para foto de estudio, un Apo-Symmar 135/5,6, francamente bueno (por el estado actual, visible en la foto, no hay duda de que está más que amortizado… ¡y sigue en activo!)

La mejora en definición fue espectacular, dejé de estar sujeto a las limitaciones del objetivo y pude empezar a mejorar la profundidad de campo.

En fotografía, el enfoque es una parte importante del lenguaje. Para los paisajistas es el menos básico de sus recursos, puesto que una gran parte de sus imágenes se enfocan a infinito y hasta se pueden permitir recurrir a la hiperfocal. Para los retratistas se convierte en imprescindible, ya que la expresión de unos ojos o la sensualidad de unos labios se pueden reforzar diluyendo el entorno con un desenfoque selectivo… y, para esto, la profundidad de campo es una gran aliada.

En fotografía macro, ¡por unos milímetros más de profundidad de campo, el fotógrafo “mataría”! En mi web ya hay un artículo explicando eso de la profundidad de campo.

El problema de la fotografía macro es que se trabaja con el sujeto muy cerca del foco del objetivo, prácticamente “metiendo el objeto en el objetivo”. La cuestión de profundidad de campo es un simple problema física y fisiología del ojo, nosotros, los humanos, no conseguimos “ver” cosas más pequeñas de unos 0,2 mm mientras que el foco es físicamente exacto (si no tuviéramos esta carencia de visión, todas las fotos tendrían un punto exacto de enfoque)

Esta zona de “duda” hace que apreciemos detalles en profundidad. En los paisajes que están muy lejos de objetivo “vemos detalle” tanto en primer plano como en el infinito. En los macros, donde el sujeto está muy cerca del objetivo es normal ver bien solo parte del escarabajo o de la flor o de lo que sea, el resto se ve desenfocado… y la mayoría de veces este desenfoque nos molesta.

Una solución para aumentar la profundidad de campo es cerrar el diafragma, algo se gana, pero el objetivo no tiene infinitos diafragmas y, además, a partir de un determinado cierre, lo que se mejora en profundidad de campo se pierde en dispersión de imagen, por la dispersión de la luz… ¡en toda la imagen enfocada! Esto es todo lo que se puede obtener de un buen objetivo macro, como el que compré con la Mamiya.

Otra solución está en recurrir a las técnicas de Scheimpflug, cosa que solo puede hacerse con una cámara de banco óptico o cámara técnica. Dado que la fotografía digital y el apilado de imágenes han dado mejor solución al aumento de la profundidad de campo, me abstendré de explicar las citadas técnicas, que por otra parte están más que publicadas en nuestro almacén de conocimientos, en San Google, los Dioses nos lo conserven.

Esta solución, si bien me resolvió la nitidez de mis macros de florecillas, me resultó extremadamente incómoda, en todos los sentidos. La cámara de banco o cámara técnica pesa varios kilos, es voluminosa como un par de cajas de zapatos y usa una película de 10×15 cm, espectacular en cuanto a calidad y definición, pero muy incómoda porque las fotos hay que cargarlas de una en una y, además, es una cámara lenta y complicada. Primero se pone una pantalla de enfoque y luego, quitándola, se sustituye por la película, todo ello sin mover la cámara, obligadamente sobre un buen trípode, más pesado que la cámara.

Entonces, dado que mi formación es técnica, que se mecanizar, se usar torno y fresadora, que tengo los conocimientos de taller de un Maestro industrial… y que tenía un amigo que me dejaba usar sus instalaciones (mi amigo Carlos Campins, los Dioses le hayan acogido), decidí compensar el dinero que no tenía con el tiempo que si me sobraba y mi capacidad de fabricarme una cámara de banco que conectara mi reciente objetivo Apo-Symmar con la Mamiya 645… En su momento la bauticé como la “BONET I”.

Pero, como acuñó Michael Ende en su “Historia Interminable”… Esa es otra historia que será contada en su momento