Técnicas de estudio

Técnicas de estudio

No queda bien, suena a pedantería, ¡pero es que hay días que uno se levanta chulo!

Cuando empecé a sacar fotos de semillas, teniendo en cuenta que mi formación botánica es nula, busqué algún libro del tema “para plagiar”. La verdad es que ideas me bullían, pero quería ver como lo enfocaban los profesionales… ¡Qué decepción!

Unas fotos botánicamente perfectas, con vistas en “planta, alzado y perfil”, perfectamente identificado el eleosoma, marcadas las asimetrías, con las estrías perfectamente alineadas… Básicamente, un puñado de habichuelas sobre una cartulina blanca y una toma cenital, seguramente con un flash anular “que lo ilumina todo por igual”, sin sombras.

No me cabe la más mínima duda que las fotos que vi (y que tanto me decepcionaron) pueden sustentar una sesuda tesis doctoral sobre la reproducción de las plantas o sobre el mutualismo de las hormigas y la utilidad del famoso eleosoma.

En este momento entendí que no tenía el más mínimo interés en la botánica, que lo que me interesaba era la fotografía… pero es que las imágenes de naturaleza en general, para mí al menos, pueden resultar más sugerentes que el mundo de la moda, por ejemplo. Decidí que me quedaba con el tema, la botánica y el mundo científico de la biología, pero que las fotos las iba a hacer “a mi aire”.

Con los años, algo he llegado a aprender de biología vegetal, ahora ya llamo a muchas plantas por su nombre, en mis fotos sale el eleosoma, incluso he llegado a hacer fotos “a medida” para que un Señor Doctor en biología publicara un artículo… ¡pero me sigo negando al puñado de habichuelas sobre una cartulina blanca!

La foto que encabeza este artículo es de Lemna giba, la conocida lenteja de agua. Se trata de una planta extremadamente simple, un par de hojas y una raíz. Las hojas tienen alveolos que la hacen flotar i la raíz cuelga en el agua mientras absorbe nutrientes. Su tamaño es minúsculo, unos milímetros, pero se reproduce muchísimo, hasta el extremo de colonizar estanques enteros, por ejemplo el de la foto, debajo de esta alfombra verde hay agua limpia, para regar coles.

Seguramente un buen botánico hubiera fotografiado la L. giba sobre la consabida cartulina blanca o hubiera sacado fotos de los alveolos en el microscopio, incluso hay una buena foto científica de la raíz junto con una regla milimetrada (para documentarla)

A mí, lo único que se me ha ocurrido es que “se trata de una planta de agua”, que quedarían mejor fotos submarinas (no descarto pedir permiso al dueño del estanque de la foto, ¡es broma!)

Y, después de este rollo, viene la “técnica de estudio”. Chapotear en el estanque puede ser muy divertido, pero poco práctico. Pensad que, por el tamaño de la planta, necesitamos un buen nivel de macro, será necesario recurrir al fuelle y, si pretendemos alto nivel de calidad, se agradecerá una foto por capas, con movimientos micrométricos (para evitar en lo posible la difracción y poder usar una gran profundidad de campo). Añadamos que, ya que estamos,  usaremos una cámara de 51Mp, de varios miles de euros… Si os fijáis, conforme voy escribiendo le voy cogiendo miedo al agua. Meter todo el equipo necesario en el estanque saldría por un ojo de la cara en cajas estancas. Vamos, que es mucho más práctico poner la L. giba en un vaso y hacer la foto a través del cristal.

Aquí es donde empieza el proceso “MacGyver”. Dadas las dimensiones de la planta, puede ser perfecta una ampliación de X4 o X5, exactamente lo que da mi cámara de fuelle de 80cm. Pero, para que sea manejable, esta cámara está montada fija en una columna de ampliadora, con avances micrométricos para su enfoque y para poder seccionar la imagen por capas.

Espectacular en cuanto a calidad y precisión, pero solo puede tomar fotos en vertical, para tomarlas en horizontal se pierden los mandos micrométricos… y el agua no se aguanta bien “de canto”.

Las soluciones siempre se pueden simplificar. Recurriendo a un espejo, los rayos de luz “pueden doblar esquinas”. Es fácil, colocando un espejo a 45º el eje de enfoque de la cámara se convierte en horizontal, además, tengo la suerte de usar un objetivo de 135mm de distancia focal. Da menos aumentos (con el inmenso fuelle, solamente X5) pero me permite espacio para hacer estas virguerías.

Para mí, cada foto termina siendo una aventura, en cuanto se te enciende la bombilla aparecen los problemas, ¿Cómo aguanto el espejo a 45º? ¿Cómo me las apaño para que la planta esté a esos 135mm del objetivo? ¿Cómo consigo que el fondo de la foto sea oscuro y contraste con la planta y el espejo del agua? (supongo que os vais dando cuenta que la cartulina blanca y el flash anular no me sirven en absoluto)

Siguiendo las más elementales tradiciones de los estudios de cine, ¡recurramos al cartón!

Con un cutter, cartulina y cola de carpintero se van resolviendo todos estos problemas, se construyen bases y soportes, se aguantan de pie trozos de cartulina negra o se usan unos cuadradillos de 1cm que tuve que implementar en otra ocasión, para otro problema (en aquel caso tenía que colocar, “volando” un reflector para matar una sombra, y los cuadradillos actuaron de “viga de soporte”)

Mi forma de trabajar, aunque sean soluciones de cartón pegadas con cola, intento siempre que sean precisas. Esto ayuda a obtener fotos “limpias”, pero es que estos artilugios no se tirarán, conservados en una caja, algún día me resolverán otra “pega”.

En este caso, el espejo que he usado es un espejo óptico, la capa reflectante está en la superficie frontal del cristal y no en su parte trasera. Un simple espejo de baño también hubiera servido, pero hubiera exigido más controles en la iluminación. Al tener la superficie reflectora y la superficie frontal del cristal, a veces, según como incida la iluminación (y fotografiando cristales reflejados en un espejo, más) se generan halos, bastante molestos.

A veces me han comentado que “estos secretos” no se deben contar. Todo va en gustos, yo disfruto haciendo mis fotos, pero es que cuando veo algunas publicaciones me dan vergüenza ajena. Por descontado que yo tengo “mis” gustos, yo veo “mis” encuadres, en “mis” fotos yo gestiono “mis” luces y sombras, esto forma parte de mí.

Pero la técnica debería ser universal o, por la misma regla de tres del secretismo, se deberían cerrar las escuelas y mantener a los demás en la más absoluta ignorancia… ¡Siempre he luchado contra esta idea! Se ve que 40 años trabajando como docente imprimen carácter.

En fin, amigo lector, si te ha parecido interesante cuéntaselo a tus amigos… En Mallorca se dice que “cuantos más son, más rien”.

Técnicas en la fotografía de campo

Técnicas en la fotografía de campo

Técnicas para luchar contra el viento en la fotografía de campo, o de cómo inmovilizar al sujeto para poder tomar una foto, normalmente con el diafragma cerrado y a baja velocidad.

Como todas las actividades que en este mundo han sido, “todo tiene su qué”. Hacer fotos de natura implica aceptar pelearte con ella.

Mientras nos dediquemos al paisaje, hacer fotos dependerá de nuestro pulso o de lo estable que resulte nuestro trípode. Es cierto que hace aire y las hojas se mueven, pero en la foto no se aprecia.

El problema aparece al dedicarnos al macro… ¡y no digo nada del macro extremo! Pensad que si el encuadre es de una flor de, por ejemplo, 30 mm, con un estilizado pedúnculo de varios cm y el viento, incluso una delicada brisa, la mueve, fácilmente la flor oscilará 5 a 10 mm, pero es que, además, en las ráfagas se moverá rápido, compulsivamente, a veces temblando agitada. Lo de conseguir disparar el obturador en el momento que esté quieta o a una velocidad más rápida que sus oscilaciones es todo un reto.

Recordemos que en las tomas macro, estamos dispuestos a vender nuestra alma por poder cerrar un punto de diafragma “más” y que esto nos lleva a velocidades bajas (fácilmente a 1/15 de segundo)

Si, además, estamos en macro extremo, que estamos limitados por los problemas de difracción y profundidad de campo, la solución sabemos que es tomar distintos planos a distintas profundidades de imagen y apilarlos (ventajas de la foto digital, antes, con película, esto era ciencia ficción) Haceros a la idea de que el viento nos pase la flor de un lado a otro del fotograma… ¿cómo se apila esto luego?

Por eso, aparte de equipo fotográfico, siempre paseo estos artilugios. Básicamente un mini trípode y dos púas fáciles de clavar en la tierra (no siempre hay tierra, a veces es roca). En beneficio del “todos con todos”, estos tres soportes acaban en la rosca típica de máquina fotográfica, la de ¼”. Como soy “del oficio”, hace años que compré un juego de machos y una terraja y rosco a diestro y siniestro. Si no conocéis la técnica (que es bastante fácil y no muy cara) cualquier mecánico os pondrá roscas, macho y hembra, en casi cualquier sitio.

También paseo varios palmos de hilo de cobre y un par de trozos de hilo soldados a una tuerca de ¼” (en algunas ferreterías, cada vez menos, siguen vendiendo tornillería de ¼”, los pasos ingleses de antes del Sistema Métrico Decimal, que es de donde sale la rosca de cámara de fotos) Con esta tornillería y un poco de inventiva es fácil hacer artilugios para aguantar cámaras y accesorios.

Luego, en el mundo de la electrónica, encontré una joya para el caso, las antenas telescópicas de radio. Las hay bastante recias y tienen la ventaja de “estirarse” a la medida de la planta a fotografiar. Roscándolas en la base y soldándoles un trozo de hilo de cobre con una pinza de cocodrilo son fáciles de montar en el mini trípode o en una púa.

Con este “mecano”, una vez elegido el sujeto a fotografiar, se coloca un auténtico andamiaje de sujeción, por descontado que no salga en la foto, pero que inmovilice la flor o fruto contra los embates del viento.

Otro truco que uso, llevo la consabida rosca de cámara en el trípode y una mini rótula, esto me permite sujetar alguna de mis antenas telescópicas al mismísimo trípode donde está la cámara y dirigirla al brote que quiero fotigrafiar. Esto es especialmente interesante cuando el sujeto está en una rama alta (manejo un trípode de 1,80 m y los alambritos, a esta distancia, poco sujetan)

Pero, si os fijáis, siempre es lo mismo, roscas estándar de cámara, antenas de radio roscadas, trozos de hilo de cobre (fácil de manejar) y estas mini rótulas porque las antenas “no se doblan”.

Introducción a la Microfotografía

Introducción a la Microfotografía

En otro artículo de este blog di unas primeras pinceladas al macro extremo, en particular a los problemas de profundidad de campo que plantea y a la influencia de la difracción. Lo que nos obligaba a elegir entre cerrar diafragma o mejorar definición… o, lo que nos resultaba, que para tener una buena imagen sacrificábamos profundidad de campo y había que recurrir a las tomas por capas y el apilado (¡Demos gracias a los Dioses que vivimos en la era digital! Este proceso con película resultaba prácticamente imposible, por eso se recurría a las correcciones de Scheimpflug)

Vamos ahora a estudiar, muy simplificadamente, los problemas de la microscopía, empezando por un paralelismo entre cámara adaptada a macro, con fuelle, y el microscopio óptico.

Si observamos las figuras, la formación de imagen es bastante similar en ambos instrumentos. En el caso de la cámara usada en macro tenemos un objetivo, en realidad un juego de lentes positivas que se pueden simplificar a una sola. Para el microscopio se da la misma realidad, un objetivo de lentes positivas.

En la cámara macro nos conformamos con nuestro objetivo y un fuelle y pasamos directamente a tomar la foto, sea con película o con sensor. En macro usaremos objetivos de entre 50 y 100 mm de distancia focal y fotografiaremos objetos de bastantes milímetros, normalmente casi tan grandes como el sensor, con lo que solemos hacer tomas entre x0.5 y x5, a veces se puede llegar a x10. Lo típico, insectos, semillas, partes de la flor, etc.

En el microscopio somos más ambiciosos, para empezar podemos comenzar por ampliaciones x40 o x100, son normales x200 y hasta x400. Para conseguir imágenes tan ampliadas se suelen usar objetivos de escasos 10 mm o menos. No se usa fuelle, se construye un sistema sólido, con todas las partes roscadas y solidarias, perfectamente mecanizadas. El fuelle de la cámara macro es equivalente al cuerpo del microscopio. Además, no nos conformamos con la imagen que nos da el objetivo, en el microscopio ampliamos esta imagen con otra lente de aumento, el ocular.

Ahora es interesante repasar como se forma la imagen en una lente. Recordando aquella física de bachiller, hacíamos la composición de la figura y nos salía la imagen invertida.

En fotografía “normal”, el objeto está muy lejos del foco de la lente, para un objetivo de 50 mm, que el objeto esté a 15 m o en el infinito nos forma las dos imágenes muy cerca una de la otra. Luego, si recordamos aquello de los círculos de confusión, es relativamente fácil conseguir una profundidad de campo digamos que “cómoda”.

Cuando llegábamos al macro extremo vimos que la cosa se complicaba, el objeto ya está bastante cerca del foco del objetivo y hay que empezar a pensar que nuestro objeto no será una imagen plana, un sello de correos por ejemplo, más bien será una nuez, que tiene un volumen considerable. No todas las partes de la nuez están a la misma distancia del foco de la lente, no todas las imágenes de cada punto de la nuez se forman a la misma distancia. Véase sino la figura, conforme acercamos el objeto al foco, la imagen se forma cada vez más lejos, en este caso mucho más lejos.

Repitamos el dibujo para una lente que enfoca un objeto real, con muchos puntos a considerar (en el dibujo solo dos, por claridad)

Aquí se presenta el problema que ya anunciábamos en macro, los puntos 1 y 2 nos dan las imágenes 1 y 2, en este caso muy separadas al acercarnos al foco de la lente, pero la profundidad de campo no tiene por qué cubrir estos dos puntos y que conste que en el dibujo hemos exagerado, la profundidad de campo NUNCA es así de grande.

Una curiosidad, que tiene explicación matemática que no demostraremos, es que si se analizan los círculos de confusión en los distintos puntos de enfoque, para un diafragma concreto, se comprueba que la profundidad de campo se reparte en un tercio “del objeto hacia la cámara” y dos tercios “del objeto hacia el infinito”. Esto viene dado por lo de “más cerca del foco – más lejos la imagen” y, en los planos de imagen, la profundidad de campo vendría a repartirse según el dibujo, repetimos que exageradamente.

Todo esto sucede igual en una cámara que en un microscopio. En mi cámara, por ejemplo, usando un objetivo de 135 mm y haciendo tomas x2, tengo una profundidad de campo, comprobada, de 1,6 mm. Si hago las fotos con microscopio, por ejemplo en tomas x100, la profundidad de campo se reduce a 15 micras (0,015 mm), vamos, ¡un desastre!

De ahí que cuando se mira con un microscopio no vemos nunca el objeto entero, siempre hay que ir “subiendo y bajando” el foco. En los trabajos de microscopia científica lo normal es mirar láminas extremadamente finas o líquidos prensados entre un portaobjetos y un cubreobjetos, del grueso justo para lo que queramos ver y poder aprovechar al máximo la poca profundidad de campo, además sin posibilidad de variación. Los objetivos de microscopio no incorporan diafragma, son de abertura fija.

En el caso de la documentación que yo practico, me resulta más interesante fotografiar “objetos”, más que “superficies”. El tema que yo trato es más de frutos y semillas, objetos en volumen que pueden llegar a resultar más gruesos que anchos, vamos, que para mí es normal hacer tomas a un fruto con semillas con un volumen de 1x1x1 mm, a una ampliación de x100, con una profundidad de campo real de 0,015 mm (15 micras)

El caso, por ejemplo, de esta semilla de Anagallis tenella. Esta semilla, que se ve en la foto de microscopio ampliada x100 y de la cual presento un esquema de cómo se hizo, tiene escasamente 1 mm, pero es que el microscopio, ampliando x100, me da escasamente 0,015 mm de profundidad de campo.

Para sacar esta foto, con este detalle y esta definición se tomaron 40 planos, separados las 15 micras de rigor, 40×15=600 micras. Aparentemente insuficiente para “cubrir” toda la semilla, pero solo estaba interesado en la parte de semilla “que sale en la foto”, la parte de abajo queda escondida.

Básicamente, con estas explicaciones, queda definida la microscopía de objetos.

La iluminación será una clásica de estudio, la típica “Rembrand con luz lateral”, por ejemplo. Procurar una luz que de algo de volumen al objeto, tal cual se apunta en el dibujo. Teniendo en cuenta que nuestros objetos serán milimétricos, se agradece mucho contar con una fibra óptica que nos facilite dirigir la luz.

Como nota curiosa, solo he sabido resolver bien la toma hasta x200. En el microscopio, cuando quiero hacer ampliaciones x400, el objeto me queda a 0,6 mm del objetivo y “no tengo espacio” para colocar la luz “donde yo quiero”. Esto me está limitando, por ahora, en las fotos de esporas (objetos de muy pocas micras que exigen ampliaciones de x400 o x1000)

El otro colofón necesario a este tema viene determinado por “la calidad mecánica” del microscopio. Ha quedado claro que todo el secreto de la microscopia de volúmenes viene determinado por la posibilidad de ir enfocando por capas de unas pocas micras. Esto implica tener un ajuste de desplazamiento fino sensible y sin resistencia, a la par que preciso micra a micra, un cuerpo de microscopio sólido, pesado, con un mecanizado de precisión, que no vibre en absoluto… En pocas palabras, ¡nada que no se arregle con dinero! De la óptica no hay que preocuparse, cualquier microscopio con buena y cara mecánica aporta una óptica de lujo para nuestras fotos.

Y el último comentario, una vez realizadas las tomas, que recomiendo realizar con la mejor calidad de sensor posible y siempre en formato RAW, para poder aprovechar al máximo todas sus posibilidades, entramos en la parte informática.

No descarto que en el futuro me pueda creer capacitado para escribir sobre el tema. En este momento no soy más que otro aprendiz.

En mi caso, lo primero que hago es revelar los archivos RAW, forzando la claridad y el enfoque de cada una de las tomas. Esto es necesario porque los programas de apilado se basan en seleccionar las partes de cada toma con mayores acutancias, para separarlas y montar un mosaico con ellas… y así elegir cada una de las partes enfocadas de cada una de las capas y presentar una toma única con una profundidad de campo imposible.

A continuación cedo el protagonismo al programa de apilado (yo uso Zerene Stacker, pero puede que haya otros iguales o mejores)

Solo hay un problema con el apilado, cuando se toman las fotos, para enfocar las capas se varía la distancia objeto-objetivo, con lo que cambiamos el tamaño del objeto, de una toma a la siguiente. El programa de apilado recalcula y unifica estas variaciones de tamaño, pero es inevitable que haya algunas superposiciones fallidas. Esto me obliga a recurrir, en último lugar, a un procesador de imágenes, a retocar “fantasmas” que rodean algunas partes de la imagen, y, ya que estamos, a limpiar la toma de puntos residuales, polvo, pelusas, etc.

Por el mismo precio, acabo la foto con un ajuste general de luz, color, contraste y foco, por aquello de dejar una foto “que parezca importante”.

Para un futuro, me gustaría probar un “microscopio confocal”, solo lo conozco de teoría, leído en internet. Pienso que me daría las mismas imágenes, pero bastante más limpias, con foco más definido, con contrastes y superficies más naturales y con menos “fantasmas”. En internet he visto, también, el precio y sospecho que tardaré en probarlo… todo dependerá del futuro del proyecto de Fundación Pep Bonet Capellá y la suerte que pueda tener con mecenas que la apoyen.

Mientras tanto, con la técnica descrita, llevo hechas bastantes cientos de fotografías microscópicas de flores, frutos, semillas, esporangios y alguna espora que han engrosado el archivo botánico… aquello de “pasito a pasito”…

El mundo de la fotografía de macro extremo por Pep Bonet Capellá

El mundo de la fotografía de macro extremo por Pep Bonet Capellá

MACRO EXTREMO

Repasemos las bases de la fotografía de macro extremo, en fotografía “normal” todos conocemos la frase de “este objetivo, donde da mejor es a F tal”. Cuando realizamos macro extremo, el objetivo es el mismo, pero, con un fuelle o anillos, lo alejamos más de lo normal y, en realidad, con nuestro sensor o película aprovechamos solo una parte de la imagen.

Como siempre, la teoría es lo que rige el mundo… ¡cuando se respeta!

Para hacer fotografía de macro extremo hay un par de principios de física óptica y de teoría ondulatoria de la luz con los que hay que ser muy escrupuloso.

Empecemos por la profundidad de campo:

A la vista del esquema, si la lente del objetivo no está diafragmada, la lente proyecta un cono de luz hasta el foco, tan amplio como el diámetro de la lente. Si diafragmamos, el foco queda en el mismo sitio, pero el cono se reduce por haber reducido la abertura.

El ojo humano medio es capaz de distinguir hasta 5 líneas por milímetro, vistas a 25 cm de distancia. O sea, es capaz de apreciar puntos de 0,2mm. En general, si hay más líneas en este milímetro, el ojo se confunde y las mezcla.

Dicho de otra manera, a los puntos menores de 0,2 mm nos cuesta verlos separados. A este límite le llamamos círculo de confusión.

Supongamos que el “punto gordo” del dibujo fuera nuestro círculo de confusión, entonces todo el espacio de imagen, antes y después del punto de enfoque, donde el círculo de confusión es más pequeño, para nosotros estaría TODO enfocado, TODOS estos puntos “entre” antes y después del foco, para nosotros y nuestros limitados ojos, tienen un foco perfecto porque “no vemos” el desenfoque.

Está claro que cuando diafragmamos alteramos el cono de luz, lo cerramos, y ello hace que nuestro círculo de confusión (que solo depende de nuestra agudeza visual) se encuentre bastante antes y bastante después del punto de enfoque.

Como el punto de enfoque es el lugar exacto que tenemos enfocado, ver “clara” la imagen “antes y después” del foco significa ver en la foto, claras, cosas que están más cerca o más lejos de nuestro objeto principal: A esto le llamamos “profundidad de campo”.

De aquí que al diafragmar aumentamos la profundidad de campo y aumentamos la sensación de nitidez de la foto, aunque sea porque el ojo es fácil de engañar.

En el caso de la fotografía macro esto es muy importante, ya que tanto más cerca esté el objeto, más lejos se forma la imagen y menos profundidad de campo tenemos y más nos convendrá cerrar el diafragma para ver la imagen con más detalles en profundidad.

Ahora estudiemos cómo se comporta la luz en un objetivo:

La luz tiene la rara habilidad de “doblar esquinas”. Cuando los físicos estudian la teoría ondulatoria de la luz, aparecen curiosidades como que la luz, cuando roza un canto, sufre un fenómeno llamado difracción que la deforma, la curva.

En nuestro caso, cuando hacemos fotos con el diafragma abierto, este fenómeno físico nos preocupa poco. Así y todo, todos los fotógrafos saben que los objetivos tienen “su mejor diafragma” que es el que nos da más profundidad de campo, o sea, imagen más clara, antes de que se empiece a notar la difracción. De todas formas, los fabricantes se esfuerzan mucho en conseguir objetivos que “sean buenos en todos los diafragmas”, les va en ello el negocio.

Sin embargo, cuando hacemos “macro extremo”, ya hemos visto que necesitamos cerrar mucho el diafragma para conseguir una profundidad de campo que nos permita apreciar TODO el volumen del objeto. Por las leyes de la física, esto es incompatible con la difracción que sufre el objetivo por el hecho de haber reducido el agujero por donde entra la luz.

Además, añadimos otro problema, sabemos que el macro lo obtenemos de proyectar una imagen inmensa del objeto y coger solamente una pequeña parte con nuestro sensor, por eso usamos fuelles o anillos para “estirar” el objetivo. En macro son normales las relaciones de x1, x2, x4, etc.

Si el objetivo, usado en fotografía “normal” ya nos daba pérdidas de calidad, aprovechando TODA la imagen que produce, cuando en macro usamos solo la mitad, o una cuarta parte o menos, multiplicamos las pérdidas. Podemos decir que el diafragma “que presupondrá” la imagen es el que nosotros cerremos por el aumento que estemos dando.

Por ejemplo un diafragma F22 en una ampliación x4 es equivalente a un diafragma 22×4=88. Por descontado que el objetivo “se hunde”, nos da una imagen difusa… porque, si miramos el esquema, cuando cerramos el diafragma la difracción hace que la luz se difumine.

En la época de fotografiar sobre película, este efecto tenía mala solución. Lo único realmente efectivo era, con fuelle descentrable, aplicar las técnicas de Scheimpflug (que ahora no explicaremos)

En la actualidad, con la información digitalizada, se han desarrollado programas que permiten detectar que zonas de la imagen están enfocadas y cuales no y luego apilar los trozos que nos interesen y los que no eliminarlos.

Y, gracias a estos programas, tenemos una solución para conseguir espectaculares fotos de macro, con magnífica definición y profundidades de campo impensables: sacar fotos a diafragma casi abierto, sin problemas de difracción pero con muy poca profundidad de campo, sacar tantas capas como hagan falta para abarcar todo el grosor del objeto y luego apilar “los trozos buenos”. El único inconveniente de estas técnicas es que no basta con un buen equipo fotográfico, también es necesario un esquipo mecánico con ajustes milimétricos, para poder enfocar con precisión las distintas capas.